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viernes, 17 de enero de 2014

Maljkovic y Obradovic reparten Copas por Europa en los 90

La década de los 90 supuso el final del dominio de los clubes yugoslavos en el palmarés de la Copa de Europa. La guerra de los Balcanes y el mayoritario éxodo de sus estrellas al extranjero hizo ceder el testigo al resto de potencias del continente, las cuales contaban en gran parte con técnicos balcánicos dirigiendo sus banquillos. Antes de que ello ocurriera, dos equipos escribían su nombre en el palmarés de vencedores como parte de Yugoslavia.

El mencionado trienio del KK Split (1989. 90 y 91) firmaba su último capítulo en 1991, confirmando la calidad de un colectivo muy compensado en todas sus líneas -Perasovic, Tabak, Radja, Savic, Ivanovic y Kukoc- y por el buen hacer en los banquillos, tanto a través de Maljkovic como posteriormente de Pavličević.

Camiseta de Kukoc, Kukoc's shirt, Split, Jugoplastika
La Jugoplastika o Pop 84 pasaba a ser otro de los obstáculos que el Barcelona se encontraba en la Copa de Europa. Los azulgranas eran un club condenado por aquel entonces a quedar fuera del premio final, a pesar de contar con uno de los mejores aleros españoles de todos los tiempos, Epi, y uno de los mejores foráneos de la historia de la ACB, Audie Norris.

Último partido de Yugoslavia como nación
El Eurobasket de 1991 servía de colofón y abrupto punto final a una generación a la cual se le robó la oportunidad de haber aumentado su leyenda. Drazen Petrovic era uno de los principales ausentes de aquella edición dentro de una selección que se desquebrajaba por las tensiones políticas y que seguía aplastando a sus rivales. En aquella cita continental, sólo España terminó el partido a menos de 10 puntos de los flamantes campeones. Italia, que jugaba como anfitrión, terminó segunda.


El Partizán de Fuenlabrada
El equipo blanquinegro de Belgrado paladeó en 1992 su temporada más extraña y a la vez más mágica. A causa de la guerra de los Balcanes, la FIBA había prohibido a los clubes yugoslavos disputar sus partidos en casa obligando a los conjuntos clasificados aquella temporada para Europa -Slobodna Dalmacija (antigua Jugoplastika de Split), Cibona de Zagreb y Partizan de Belgrado- a buscar cobijo en algún pabellón en el resto del continente.

Los tres equipos balcánicos eligieron como sede España: Coruña, Cádiz y Fuenlabrada hicieron de provisionales canchas de la Slobodona, Cibona y Partizán, respectivamente. Los dos primeros no lograron su objetivo de clasificarse para la Final Four. Todo lo contrario que los partisanos.

El cariñosamente denominado Partizán de Fuenlabrada convirtió el Fernando Martín en su segunda casa, en un nuevo Pionir trasladado miles de kilómetros de distancia de Belgrado y con fuenlabreños en la grada haciendo de improvisados seguidores. La comunión entre los jugadores y afición iba en aumento consiguiendo 6 de sus 7 triunfos en 'casa', sólo Estudiantes pudo ganar al Partizán en su destierro.
Partizan de Fuenlabrada
Aquella plantilla expatriada se componía de Aleksandar Djordjević, Predrag Danilović, Nikola Lončar, Igor Perović, Zoran Stevanović, Igor Mihajlovski, Dragiša Šarić, Željko Rebrača, Mladan Šilobad, Slaviša Koprivica, Vladimir Dragutinović, Ivo Nakić, Branko Sindjelić. Todos ellos bajo la dirección de un jovencísimo Željko Obradović, otro de los nombres que golpearían con fuerza en este decenio.

Los cuartos de final fueron el único momento en el que el Partizán pudo regresar a Belgrado en la eliminatoria a tres partidos ante la Knorr Bolonia que sirvió de antesala para la Final Four de Estambul, donde pasaron de llevar el papel de cenicienta a campeones de Europa, merced a la canasta en el último segundo de Djordjević ante el Joventut de Badalona, cuyo momento de gloria estaba por venir. Antes de que eso pasara, su cancha iba a ser testigo del mejor espectáculo jamás visto.

Partizan de Fuenlabrada, Belgrado

La fiesta de ensueño de los JJ.OO.
El permiso de la FIBA, otorgado en 1989, para que los jugadores profesionales de la NBA participaran en los distintos campeonatos internacionales posibilitó que los JJ.OO. de Barcelona disfrutaran del mejor plantel posible: el llamado 'Dream Team', que transformó el Pabellón Olímpico de Badalona en la fiesta del mejor baloncesto.

La convocatoria estaba formada por:
    Dream Team, Barcelona 1992
  •     Charles Barkley de Philadelphia 76ers
  •     Larry Bird de Boston Celtics
  •     Clyde Drexler de Portland Trail Blazers
  •     Patrick Ewing de New York Knicks
  •     Magic Johnson de Los Angeles Lakers
  •     Michael Jordan de Chicago Bulls
  •     Scottie Pippen de Chicago Bulls
  •     Christian Laettner de la Universidad de Duke
  •     Karl Malone de Utah Jazz
  •     John Stockton de Utah Jazz
  •     Chris Mullin de Golden State Warriors
  •     David Robinson de San Antonio Spurs
Entrenador: Chuck Daly de New Jersey Nets

Los norteamericanos se alzaron con un oro que tenía su nombre grabado en el metal. La lucha encarnizada por la plata cayó del lado de la joven nación croata, debutante, que contaba con su particular selección de ensueño liderada por Petrovic, Perasović, Cvjeticanin, Kukoc, Tabak, Vrankovic, Komazec, Radja o Naglic. El bronce fue a parar a otro gran plantel, Lituania, en el que brillaban Chomicius, Kurtinaitis, Sabonis, Karnisovas o Marčiulionis.

La nueva configuración política había resquebrajado a la U.R.S.S. y Yugoslavia en multitud de repúblicas. Croacia y Lituania aprovechaban la oportunidad en esta cita donde Serbia y Montenegro no tenían permiso para participar por la sanción impuesta por la ONU. Mientras que doce de las quince ex repúblicas soviéticas, a excepción de las tres bálticas, lo hicieron bajo bandera olímpica y con la denominación de 'equipo unificado' en un último brindis al pasado soviético.

La revolución del Limoges y el luto croata
Si el baloncesto a nivel de selecciones no daba lugar a sorpresas, el de clubes se llevaba la palma en 1993. Limoges no era un desconocido en el basket europeo -7 ligas francesas. dos Copa Korac y la Recopa- avalaban a un equipo con tradición al que faltaba la guinda definitiva, un postre final servido por el gran estratega Božidar Maljković quien repetía después de la experiencia exitosa en Split.

El conjunto amarillo basaba su juego en posesiones largas -agotando los 30 segundos reglamentarios, que pasaron a 24 a partir del curso 200-01-. Aquel basket control daba sus frutos bajo la dirección de Michael Young y la ejecución de Bilba o Dacoury en partidos que rara vez sobrepasaban los 65 puntos por equipo. No en vano, el club francés se imponía en la Final Four de Atenas al Real Madrid de Sabonis -semifinales- y a la Benetton Treviso de Kukoc -en la final-, dejando a sendos equipos en 52 y 55 puntos respectivamente. 

Limoges, 1993, campeón de Europa

En junio de 1993, el baloncesto mundial se ponía el traje de luto con el fallecimiento de Drazen Petrovic en accidente de tráfico. El 'genio de Sibenik, con 28 años de edad, estaba recuperando su confianza y juego en la NBA con la camiseta de los Nets tras haber pasado por el ostracismo en Portland. Se iba uno de los grandes genios europeos de la canasta; un jugador irrepetible y único.

La selección croata, debilitada por la muerte de Petrovic, quedaba tercera en el Eurobasket ganado por Alemania, deshaciéndose en la final de Múnich de Rusia. El triunfo germano se añadía al del Limoges en un año sorprendente en cuanto a victorias.

Doblete español con dos clásicos de la ACB
Joventut de Badalona y Real Madrid pasaban a ser los nuevos dominadores del continente con Olympiacos como rival en ambas ocasiones y Obradovic en sendos banquillos. Los dos equipos que más tiempo han permanecido en la élite de la Liga española de baloncesto recibían su recompensa en la máxima categoría europea.

Se trataba del primer entorchado de los verdinegros, habituales en Europa y en la Final Four pero sin el 'punch' final para ser candidatos a levantar el trofeo. En 1994, la 'Penya' había contratado a uno de sus recientes verdugos, Obradovic, responsable del triunfo de Partizán dos años antes. Junto al entrenador serbio se encontraban los hermanos Jofresa, Villacampa, Morales, Ferrán Martínez, Mike Smith y Thompson. Cuatro jugadores de la casa, talentosos, sumados a grandes fichajes lograban sobreponerse a los favoritos del torneo: Barcelona y Olympiacos.

El conjunto del Pireo repetía, al año siguiente, con otro equipo español en la final de 1995. El deja-vu para los griegos crecía al tener a Panathinaikos como contrincante en la semifinal y a Obradovic de nuevo como entrenador rival en la final, en esta ocasión dirigiendo al Real Madrid de Arlauckas y Sabonis.

Los blancos inscribían por octava vez su nombre en el continente. Como curiosidad, la Final Four de Zaragoza sirvió para que una de las peñas madridistas, Orgullo Vikingo, estrechara su amistad con la sección 'Gate 13' de Panathinaikos, cuyos hinchas animaron a los españoles con el objetivo de evitar un triunfo de su rival, Olympiacos.

Panathinaikos

Estados Unidos y Yugoslavia, un mano a mano constante
A pesar del éxito a nivel de clubes, España no refrendaba su privilegiada posición con el combinado nacional dentro de una época en la que los EE.UU. dominaban con autoridad a sus rivales en sus distintas versiones del 'Dream Team' con nuevas oleadas formadas por Charles Barkley
Anfernee Hardaway, Karl Malone, Reggie Miller, Hakeem Olajuwon, Shaquille O'Neal, Gary Payton, Scottie Pippen, David Robinson o John Stockton.

El Mundobasket de 1994 y los JJ.OO. de Atlanta de 1996 concluyeron con las barras y estrellas ondeando por encima de las clásicas potencias como Croacia, Rusia y Yugoslavia, manteniendo su nombre y legado a través de las repúblicas serbias y montenegrinas. Un palmarés que crecía con el oro en el europeo de 1995. Las heridas de la guerra de los Balcanes no se habían cerrado y se demostraba con los croatas, bronce en esta edición, abandonando la ceremonia de entrega de medallas justo en el momento en el que sus antiguos compatriotas se subían al cajón más alto de aquel Eurobasket de 1995.

Dos años más tarde, repetían experiencia en el torneo disputado en España en 1997, sin Divac pero con un experimentado sexteto de ases  Dejan Bodiroga, Predrag Danilović, Zoran Savić, Aleksandar Djordjevic, Zeljko Rebraca y Dejan Tomašević.

La inversión y el talento se dan la mano en Grecia
El poder económico en la década de los 90 residía en la península helena. La liga griega aglutinaba los mejores traspasos de la época y las más sonadas incorporaciones. De hecho, toda una estrella de la NBA como Dominique Wilkins se buscaba un incentivo económico antes de sus jubilación para llevar a Panathinaikos al Olimpo frente al Barcelona en un duelo polémico que pudo decidirse bajo otro signo si los colegiados hubieran dado como buena una canasta legal de Montero en el último segundo.

Por encima del glamour del norteamericano se encontraban sobresalientes referencias del deporte de la canasta como Panagiotis Giannakis, Alvertis o Vrankovic. Todos ellos baja la batuta de Božidar Maljkovic. Un seguro para el éxito con su cuarta copa de Europa como técnico -dos con la Jugoplastika Split, una con Limoges y Panathinaikos-.

Los culés firmaban su quinta final perdida en el siguiente curso, 1997, con otro trágico desenlace ante una escuadra griega. Olympiacos era el encargado de echar otro nuevo proyecto azulgrana capitaneado por Djordjevic, Karnisovas y Andrés Jiménez, y a cargo de Aíto García Reneses. Los griegos grababan su nombre en el palmarés del torneo con otra plantilla base de hombres de la casa y de talonario: Fassoulas, Papanikolau y Sigalas, entremezclados con Nakic, Tarlac, Rivers y Welp.

El técnico rojiblanco Dušan Ivković reivindicaba el saber hacer de los balcánicos con la pizarra, siendo el cuarto entrenador de la antigua Yugoslavia -junto a Pavlicevic, Maljkovic y Obradovic- en ganar el máximo trofeo continental en los 90. Una de las características de este decenio.
Olympiacos, escudo

La coronación de Italia
Varese, Cantú y Roma eran las ciudades que habían dado a Italia la posibilidad de coronarse en el viejo continente a nivel de clubes. Un listado incompleto en el que faltaba la ciudad más apasionada por el baloncesto, una ciudad que vive el deporte de la canasta con especial devoción a través de dos colores y dos escudos: Virtus y Fortitudo.

La Virtus levantaba en 1998 el trofeo de campeón de campeones al imponerse al AEK dentro de una final rácana que concluyó con un atípico marcador, 58-44. Los boloñeses, dirigidos por Ettore Messina, se componían de dos duplas: la italiana formada por Abbio y Binelli más la serbia de Danilovic y Savic, junto a Rigaudeau (Francia), Nesterovič (Eslovenia) y Sconochini (Argentina). Una plantilla que acudía a otra Final Four en el curso siguiente tras derrocar a su eterno enemigo, el Fortitudo Bolonia, en unas fraternales semifinales.


La final de 1999 iba a parar al Zalgiris de los Zukauskas, Stombergas y Bowie. El legendario cuadro lituano -donde habían jugado Kurtinaitis, Homicius y Sabonis- se sobreponía al poderío transalpino que confirmaba su edad de oro con el Eurobasket celebrado en aquel verano ante España.

Era la 'azzurra' de Gregor Fučka, Carlton Myers, Andrea Meneghin, Roberto Chiacig, Denis Marconato, Alessandro Abbio, Alessandro De Pol, Gianluca Basile, Giacomo Galanda, Davide Bonora, Marcelo Damiao y Michele Mian. Todos ellos, verdugos de una España que asomaba de nuevo la cabeza a través del aro y que esperaba su dorado relevo para echar una mano a la generación que lideraban Carlos Jiménez y Alberto Herreros, dos pupilos surgidos de la prolífica cantera de Estudiantes.

Italia y España se desquitaban del papel ejercido en el campeonato del mundo de 1998, donde habían sido cuartofinalistas y en el que Yugoslavia se había impuesto a Rusia en la final, demostrando que si los Estados Unidos acudían con universitarios a un torneo intercontinental eran una selección más.

Obradovic cierra el milenio
La productiva relación de títulos continentales entre Zeljko Obradovic y Panathinaikos comenzaba en el curso 1999-2000. Año en el que los verdes sumaban su segunda Copa de Europa y la primera, de las cinco posteriormente cosechadas, con el técnico serbio en los banquillos, el cual posee el récord absoluto de la competición con ocho entorchados desde la dirección técnica, con cuatro clubes diferentes -Partizan Belgrado, Joventut, Real Madrid y Panathinaikos-.


La fuerza del pabellón OAKA y la brillantez del cóctel mezclado por Obradovic a partir de dos griegos Alvertis, Fotsis y un ramillete internacional con Gentile, Johnny Rogers, Rebraca, Bodiroga y el israelí Kattash quien se vengaba de sus compatriotas Sharp, Jamchi, Sheffer en la cita de Salónica con el Maccabi Tel Aviv. Un partido que cerraba el milenio y abría un periodo extraño para el baloncesto europeo de clubes con una campaña convulsa en el plano extradeportivo que pudo costar caro al deporte de la canasta.

martes, 14 de enero de 2014

Jimmy Johnstone, el 'rey león' de Escocia

El fútbol escocés siempre ha sufrido el tópico de ser catalogado con un juego basado en el desplazamiento en largo, muy físico, caracterizado por remates de cabeza o segundas acciones. Un estilo que se practicó más en Inglaterra o Gales que en Escocia, donde siempre ha existido un mayor gusto por tocar el cuero y potenciar los jugadores técnicos y habilidosos.

La lista de mejores futbolistas nacidos en la preciosa Escocia estaría compuesta por una mezcla de talento y lucha recogida en nombres como: Kenny Dalglish, Jim Baxter, Denis Law, Alan Hansen, Paul Lambert, Tommy Gemmell, Gordon Strachan, Billy Bremner, Archie Gemmill, Joe Jordan, Peter Lorimer, Ally McCoist, Alex McLeish, Davie Cooper, Steve Archibald y Jimmy Johnstone.

escudo Escocia, Scotland badge
Jimmy Johnstone
Nacido en Uddingston, en los alrededores de Glasgow, en una época difícil como eran los últimos coletazos de la II Guerra Mundial. Jimmy Johnstone creció, como cualquier otro niño, ajeno a la recuperación económica del país, jugando en las calles con ropa desgastada mientras Gran Bretaña se recomponía tras el conflicto bélico. El fútbol como forma de vida, como pasatiempo y modo de ocupar las horas, aunque el esférico fuera una botella de plástico, unos harapos o un balón levemente hinchado.

Todo ello ayudaron a que Johnstone adquiriera una gran habilidad en el manejo de la pelota y en el regate. Un estilo inconfundible que le acompañaría en toda su carrera deportiva y que serían parte de su sello personal, junto con su escasa estatura -apenas 158 centímetros-.

La fama que adquirió con el equipo de su escuela, el St Columba's Primary, le abría las puertas de uno de los grandes clubes de la ciudad: el Celtic de Glasgow. A la edad de 13 años, ‘Jinky’ entraba a formar parte de las categorías inferiores de los verdiblancos.

Idolo del Celtic
La carrera de Johnstone con los 'bhoys' arrancaba en 1961, con apenas 17 años, en una meteórica progresión que conducía a la indiscutible titularidad a partir de 1963. Aunque los dorsales en aquella época no estaban asignados, y además el Celtic no los llevaba en su camiseta -último club profesional en implantarlo-, la parte trasera de su pantalón solía mostrar el '7', un número asociado a 'Jinky' en su estancia en Glasgow.

El hábil extremo derecho disputó 14 temporadas en el Celtic para un total de 308 partidos y 82 goles, rubricando una de las épocas más gloriosas de la institución con 9 Ligas, 4 Copas escocesas y una Copa de Europa.

El trébol verde de 1967
El curso 1966-67 se iba a convertir en el más fructífero de toda la historia para los 'bhoys'. El equipo dirigido por Jock Stein levantaba en esa campaña un rosario de galardones compuesto por la Copa de Glasgow, Copa de la Liga y el triplete formado por la Liga, la Copa escocesa y la Copa de Europa, lograda ante el Inter de Milán en Lisboa.

La firmeza de aquel plantel en aquella temporada se observaba en los números conseguidos, sólo 3 partidos perdidos de 54 compromisos oficiales jugados en todas las competiciones, curiosamente dos de las derrotas fueron ante el Dundee United.

El Celtic, fundado por un sacerdote católico en 1887, y representado por un trébol en honor a San Patricio, abría el listado de entidades europeas que se hacían con el denominado trébol o triplete -Liga, Copa y máxima competición continental-, un hito conseguido por Jock Stein, el primer entrenador protestante en dirigir en los banquillos del Celtic.

Celtic Glasgow, badge, escudo

Tras la proeza del Celtic de Glasgow en 1967, llegaban los tripletes de Ajax de Ámsterdam (1972), PSV Eindhoven (1988), Manchester United (1999), Barcelona (2009), Inter de Milán (2010) y Bayern de Múnich (2013).   

Los leones de Lisboa
El Celtic fue la primera institución británica que levantaba la 'orejona' gracias a un plantel de la casa, con futbolistas nacidos en Glasgow o en los alrededores de la ciudad escocesa. Los verdiblancos no eran los favoritos, pero su juego alegre, desenfadado y agresivo -bautizado más tarde como los leones-  se impuso al carácter más defensivo de los italianos, quienes contaban con la dirección de Helenio Herrera

La temprana ventaja en el marcador 'neroazzurra', gol anotado por Sandro Mazzola, y la disposición táctica interista, basada en el catenaccio, complicaban la remontada que se produjo finalmente por obra de Gemmell y Chalmers, con un extraordinario partido de Johnstone, cuyas fintas y dribling recordaban al propio Garrincha, posiblemente el mejor regateador de toda la historia.

Alineación del Celtic en Lisboa (1967)
Los aplausos del Bernabéu
El adiós de Alfredo Di Stéfano del Real Madrid necesitaba de un gran rival para despedir a la 'saeta rubia'. A petición de la estrella madridista, el Celtic fue el equipo elegido para cerrar su triunfal trayectoria en aquel 7 de junio de 1967. No había duda de que los 'leones de Glasgow' eran el equipo de moda por su reciente entorchado europeo.

El homenaje de uno de los mitos de Chamartín se vivió con los merengues llevando un inusual pantalón azul -para no despojar a sus adversarios de los números del pantalón- y una exhibición de Johnstone que hizo levantar al público de sus asientos y jalear sus regates con olés. El duelo, a pesar de ser amistoso, acabó con dos expulsados y alguna entrada a destiempo, una de las señas de identidad que padecía habitualmente este Celtic y que se reflejaba posteriormente en dos batallas deportivas ante Racing de Avellaneda y Atlético de Madrid.  


La batalla de Montevideo
El tipo de fútbol practicado por Johnstone -encarando constantemente al rival-, la dureza del fútbol en los 70 y 80, junto a la permisividad arbitral, convirtieron en un campo de batalla las eliminatorias por la Copa Intercontinental de 1967, entre Racing de Avellaneda y Celtic de Glasgow.

Los dos duelos, tanto el de Hampden Park como en el Estadio Presidente Perón, adquirieron un tono de orgullo nacional y patriótico. Los habitantes de Glasgow y Buenos Aires se volcaron con sus candidatos al trono mundial, aliándose incluso seguidores de otros clubes de la capital.

Celtic y Racing vencieron en sus respectivos compromisos -1-0 y 2-1-. No existía por aquel entonces la regla del mayor peso de los goles en campo contrario, en caso de igualdad, por lo que se acordó un tercer encuentro de desempate en el Centenario de Montevideo.

La dureza había asomado en el partido de Glasgow, incluso se había consentido el lanzamiento indiscriminado de objetos en el duelo de vuelta, en suelo argentino, llegando a impactar una botella sobre el portero escocés, Simpson, quien tuvo que ser relevado. Lances que pasaron a ser nimiedades con el tercer capítulo disputado en terreno neutral, donde las agresiones, patadas y puñetazos deslucieron el último capítulo del enfrentamiento.


Hasta cinco jugadores fueron expulsados: tres del Celtic (Lennox, Hughes, Johnstone) y dos de Racing (Basile y Rulli) en una época donde no era habitual amonestar ni dejar a los equipos en inferioridad numérica. Una lista que se podría ampliar con Auld, aunque no llegara a abandonar el césped.

En medio del caos, la ausencia de fútbol -y bajo la amenaza de suspender el partido-, un duro disparo de Juan Carlos Cárdenas se colaba por la escuadra verdiblanca. Racing estrenaba el palmarés de campeón del mundo de clubes para Argentina. La 'Academia' se doctoraba en Uruguay, bajo un dantesco espectáculo.

Racing se vuelve internacional
El éxito de Racing Club tuvo dos padrinos estelares, por un lado el actor Sean Connery. El por entonces agente 007 se encontró con los albicelestes en uno de los vuelos y deseó suerte a la plantilla, dado que el actor escocés simpatizaba con el Glasgow Rangers, histórico rival del Celtic. Incluso se comenta que Connery hizo una visita al vestuario de Racing en el encuentro jugado en la capital bonaerense.

Otro de los grandes seguidores que se granjeó Racing con este galardón fue el de John Lennon, si bien hay quien pone en dudas este hecho dado que los Beatles nunca se sintieron excesivamente atraídos por el fútbol.

Racing Club Avellaneda, 1967
De pie: Cejas, Basile, Perfumo, Martín, Chabay y Rulli. Agachados: Cardoso, Maschio, Cárdenas, Rodríguez y Raffo.  Racing campeón del mundo en 1967

Un habitual en Europa
Los nueves campeonatos consecutivos de Liga escocesa, 1966-74, dieron el pasaporte a los verdes para convertirse en uno de los habituales de la Copa de Europa. Distintos equipos apearon al Celtic durante aquella década -Dynamo Kiev, Milan, Feyenoord, Ajax, Inter o Ujpest-, llegando a la final en 1970, donde el 4-3-3 de la pizarra de Ernst Happel y los contraataques holandeses dieron el triunfo a los de Rotterdam.

En dos ocasiones llegaron a las semifinales, una ante el Inter en 1972 y otra frente al Atlético de Madrid, en 1974. Un encuentro que devolvía a los futbolistas del Celtic las sensaciones vividas siete años antes frente a Racing.

La dura eliminatoria frente al Atlético: la batalla de Glasgow
El equipo colchonero dispuso a cuatro argentinos en sus filas para aquella cita de semifinales celebrada el 10 de abril de 1974: Cacique Ovejero, Cacho Heredia, Rubén Ayala y 'Panadero' Díaz, quien además fue parte de la plantilla del Racing de Avellaneda en el choque de 1967, reviviendo los temores de otro partido de trincheras.

El estadio de Park Head fue testigo de otra batalla futbolística en la que el colegiado turco Babacan decidió castigar a los jugadores colchoneros con mayor severidad. El juego duro fue iniciado por los atléticos con gran contundencia en sus acciones, en especial para frenar a Johnstone, dentro de una agresividad en la que se terminaron contagiando los integrantes de ambas plantillas.

El colegiado otomano expulsó a tres futbolistas rojiblancos -Quique, de forma directa, Ayala y Panadero Díaz por doble cartulina-, además de las siete tarjetas blancas mostradas a otros tantos integrantes del Atlético. Por el lado del Celtic sólo sancionó a un futbolista: Deans. Curiosamente, el descontrol fue tal, que dependiendo de la fuente consultada, en este caso UEFA, varía el número de personas amonestadas con tarjeta blanca, las cuales pasaron a ser amarillas a partir de 1976.
 

A pesar de la inferioridad numérica el Atlético de Madrid defendió épicamente, con un Reina colosal, dejando el marcador en 0-0. El final del partido no puso fin a las agresiones que incluso continuaron en el túnel de vestuarios o en el aeropuerto, con enfrentamientos entre el personal de aduana y parte de la expedición madrileña.

El Atlético vencía en el partido de vuelta por 2-0, clasificándose para su primera final europea donde caía ante el Bayern de Múnich en el segundo partido, dado que el primero acabó con empate tras una prórroga a la que Luis Aragonés adelantaba a los rojiblancos y Schwarzenbeck neutralizaba la ventaja en el último momento, con un error de Reina que deslucía su gran rendimiento en el torneo.

Esta edición significó el punto final de Johnstone en la máxima categoría europea. Aquel deslumbrante Celtic iba perdiendo sus referencias, primero Johnstone en 1975, quien se marchaba a probar suerte en la exótica liga norteamericana -NASL- y más tarde Daglish, el cual daba en 1977 el primer paso para convertirse en el nuevo ídolo de Anfield Road.


El pequeño león de Lisboa
La carrera profesional de Johnstone no se vio interrumpida hasta 1979. Si bien, los últimos cuatro años, tras su marcha del Celtic, fueron devaneos momentáneos para probar otras competiciones. Además de la citada aventura norteamericana, San Jose Earthquakes, Johnstone jugó partidos para el Sheffield United, Dundee FC, Shelbourne (Dublín) y el Elgin City


En 2006, Johnstone fallecía en su localidad natal a los 61 años de edad víctima de la esclerosis lateral amiotrófica. La estatua que protege la entrada de la sede del club rememora a uno de los mayores referentes del Celtic, miembro de aquel equipo de los 'once leones' que rugió en Lisboa y que hizo del Celtic el rey de la selva, campeón de Europa en una época donde el más fuerte sobrevivía.