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jueves, 24 de abril de 2014

El año que el baloncesto coronó a dos reyes en Europa

La Copa de Europa de cualquier deporte busca un vencedor que se corone como rey, aunque es cierto que existe un segundo, e incluso un tercer, torneo continental en muchas de las disciplinas de equipo, siempre hay un único triunfador: es el campeón de los campeones. Dicha circunstancia no ocurrió en el torneo de baloncesto 2000-01. Un hecho inusual que se fraguó a través de un divorcio institucional.

La lucha por el poder se dirime bajo el tablero
La Unión de Ligas Europeas de Baloncesto (ULEB) fue fundada en 1991, con sede en Barcelona, por los miembros de las ligas domésticas de España, Italia y Francia para después extenderse a otro país de gran tradición como Grecia y más tarde a casi todo el viejo continente.

Esta institución tuvo en el verano de 2000 un conflicto con la FIBA -organismo internacional radicado en Suiza y que regula tantos las reglas del baloncesto como sus campeonatos-. La razón del desencuentro se debía al control del poder, al interés de la ULEB de tener la gestión total, tanto en el plano deportivo como en el económico de los ingresos surgidos del campeonato.




El final del monopolio de la FIBA
El baloncesto, a imagen y semejanza del fútbol, había creado desde la temporada 1957-58 un campeonato de campeones a nivel europeo, dos años más tarde que el fútbol, el cual sirvió de referencia.

La Copa de Europa de baloncesto se había disputado siempre bajo el abrigo de la FIBA, una tela cara que con el tiempo había revalorizado su precio merced a los ingresos por televisión y el merchandising, un artículo de lujo al que le salían muchos mirones y otro comprador -la ULEB-, cuyos representantes se cansaban de ser partícipes, generar ingresos y apenas ser recompensados.

Los clubes más potentes de las Ligas griega, española e italiana, asociados en la ULEB, a cuyo frente estaba el presidente de la ACB, Eduardo Portela, mostraron su malestar cuando la FIBA presentó en sociedad la Suproliga, que además del cambio de nombre, presentaba otra novedad al centralizar los derechos comerciales en el organismo con sede en Suiza.

Dos caminos distintos para una misma meta
La guerra se había iniciado. Lo que parecía una simple rabieta se convertía en un cisma en el verano del año 2000, un peligroso precedente para otros deportes, en especial el fútbol, que tomaba nota de la rebelión llevada a cabo por la ULEB al crear su propio campeonato al margen de la FIBA.

La FIBA en un último intento de dominar la situación suspendió a la ULEB como organismo reconocido. Un castigo que ni alivió el daño ni mitigó las ansias de emancipación de los clubes sublevados, encabezados por los equipos españoles, sobre cuya Federación se ponía el punto de mira aunque no se tomaban medidas disciplinarias contra ella. En cambio, el ultimátum fue claro sobre los árbitros, amenazados de ser inhabilitados si aceptaban dirigir algún encuentro. 

Ambas instituciones ponían en liza sus respectivos campeonatos:
  • La Suproliga, gestionada por la FIBA y que sustituía a la vieja Copa de Europa que había subsistido desde 1957.
  • La Euroliga, organizada por la ULEB.


Todos los clubes españoles eligieron a la rebelde Euroliga en lugar de la oficialista Suproleague -o Suproliga -, que fue adoptada mayoritariamente por instituciones con menor historia, salvo algunas excepciones. La ACB (Asociación de Clubes de Baloncesto de España) se convertía en el motor del cambio del deporte de la canasta en el viejo continente.

Suproliga o Suproleague (FIBA)

Panathinaikos e Iraklis (GRE)

Montepaschi Siena y Scavolini Pesaro (ITA)

Maccabi Raanana  y Maccabi tel Aviv (ISR)

Alba Berlín  y Bayer Leverkusen (ALE)

 Pau-Orthez  y ASVEL (FRA)

Ülkerspor y Efes Pilsen (TUR)
CSKA Moscú (RUS)
Lietuvos Rytas (LIT)

Croatia Split (KK Split) (CRO)
Partizan (SER)
Krka (ESL)

Slask Wroclaw (POL)
Ostende (BEL)
Plannja (SUE)

Estos 20 equipos, algunos de los cuales recibieron una compensación económica por aceptar -como CSKA- mientras otros tuvieron que asentir ante las intimidaciones recibidas -caso de ASVEL-, fueron organizados en dos grupos de 10 conjuntos que abrían paso a una fase de eliminatorias que arrancaba desde los octavos de final -denominados top-16- al mejor de tres encuentros y unos cuartos de final marcados por el mismo patrón .

La Final Four disputada en Francia, Paris-Bercy, se jugó entre cuatro clubes de distintas nacionalidades con triunfo de Maccabi Tel Aviv ante Panathinaikos, reeditando la final anterior y vengando la derrota del curso 1999-2000. Efes Pilsen ocupó el tercer cajón por delante del CSKA Moscú. 

Suprolegue final, Maccabi vs Panathinaikos

El torneo tutelado por la FIBA había tenido contratiempos de organización debido a la escasa repercusión de su llamada. Un problema solucionado en el último momento con la incursión 'a dedo' de otras instituciones para completar los 20 equipos y una futura promesa de recompensar a Turquía y Grecia con nuevas plazas.

La ULEB careció de esa dificultad. La 'comercial' Euroliga marchaba viento en popa merced a la publicidad, el apoyo financiero -con Telefónica a la cabeza- y los ingresos garantizados, además de contar con 24 equipos y un póker de instituciones españolas liderando esta escisión que circulaba en paralelo al de la FIBA y la rebasaba en resultado.

Euroliga o Euroleague (ULEB)

PAF Bolonia, Kinder Bolonia, Benetton Treviso y Müller Verona (ITA)

Estudiantes, TAU-Baskonia, Real Madrid y Barcelona (ESP)

Peristeri Atenas, AEK Atenas, Olympiacos y PAOK Salónica (GRE)

KK Zadar y Cibona Zagreb (CRO)
Zalgiris Kaunas (LIT)

Lugano Snakes (SUI)

Pogdorica (SER)

London Towers (GBR)

Opel Skyliners (ALE)

Sanit Petersburg Lions (RUS)
Charleroi (BEL)

Olimpia Ljubljana (ESL)

Hapoel Jerusalén (ISR)

Ovarense (POR)


La Euroliga 200-01 arrancó con cuatro grupos de seis equipos del que surgían 16 clasificados con los que disputar los octavos de final, al mejor de tres encuentros, para dar paso a los cuartos, en un sistema similar al ideado por la FIBA. Las diferencias se apreciaban en semifinales. La ULEB no utilizó la Final Four y en su lugar confeccionó una ronda de 'play-offs' de cinco partidos que enfrentó a los dos equipos más grandes de Bolonia -es decir, Kinder contra PAF-, o mejor dicho Virtus contra Fortitudo y a AEK de Atenas contra TAU en la otra parte del cuadro, ambas eliminatorias fueron resueltas con un contundente 3-0 por parte de la Kinder y TAU Baskonia.

La emocionante final necesitó de un quinto partido, celebrado en Bolonia, para decidir al vencedor del campeonato más rebelde jugado nunca en Europa. La Virtus Bolonia se hacía con el entorchado de campeón del torneo manejado por la ULEB compartiendo en esa temporada el trono con el Maccabi Tel-Aviv, titular para la FIBA del galardón. Dos reyes para un mismo trono.




Un divorcio de un año de duración
La imagen de desunión ofrecida por el basket junto a la confusión generada con los dos torneos celebrándose al unísono tenía que terminar de un modo u otro. La falta de acuerdo entre FIBA y ULEB por reunificar sus campeonatos concluyó con la renuncia del máximo organismo internacional a gestionarla, propiciado por el fracaso comercial de la Suproliga. La ULEB había ganado el pulso en esta confusa batalla para el espectador.

Borislav Stankovic y Jordi Bertomeu, secretarios generales de los respectivos organismos, lograron acercar posturas mezclando ideas, por un lado se mantenía la 'Final Four' y por otro se hacía más concesiones a los clubes, sobre todo en el plano económico, a la par que se ampliaba el cupo de 24 a 32 equipos para la campaña 2001-02. Todo ello bajo el paraguas de la FIBA, al que se le dejaba el papel de garante del juego.

El nacimiento de la nueva Euroliga iba a necesitar de una reestructuración del resto de torneos en liza. La Copa Saporta -que hacía las veces de Recopa- y la Copa Korac retomaban su rumbo bajo el nombre único de Copa ULEB, como segundo campeonato continental.

Euroliga logo

La posterior firma, en noviembre de 2004,  entre ULEB y FIBA servía para confirmar y considerar a la Euroliga como único máximo campeonato europeo, enterrando cualquier intento de recuperar la Suproliga, dejando la campaña 2000-01 como uno de los episodios más absurdos del baloncesto europeo.

sábado, 31 de marzo de 2012

Los 80: la década dorada del baloncesto europeo

El decenio que elevó el baloncesto a un espectáculo sin precedentes, se iniciaba con la séptima Copa de Europa del Real Madrid, que por primera vez peleaba el título ante el Maccabi. Sólo el Bosna Sarajevo había podido hacer sombra a ambos equipos durante la ronda de clasificación.

La segunda Copa 'maccabea'
Los ‘maccabeos’ jugaban casi de memoria, con un quinteto clásico que duró casi un lustro, los Aroesti, Berkovich, Perry, Silver y Williams tenían clase, conjunción y entendimiento pero les faltaba el premio mayor que llegó un año más tarde, en el curso 80-81. El rival, la Virtus de Bolonia. Un partido marcado por la polémica, que sirvió para colocar la segunda Copa en la vitrina israelita.


Cantú emulando a Varese
Imitando la gesta del Varese, otra pequeña población italiana llegaba a lo más alto. El Cantú había cosechado grandes éxitos en la Recopa y Copa Korac, pero faltaba la guinda que se tradujo en un histórico doblete de la Copa de Europa de campeones de Liga (1982 y 1983).

El equipo se apoyaba en jugadores italianos como los incombustibles Marzorati (22 temporadas), Antonello Riva (16) y Bosa (15), ayudados por norteamericanos como Brewer o Flowers. El segundo entorchado europeo consecutivo, bajo el nombre comercial de Ford Cantú, fue ante el Olimpia Milano, en un ajustado final.

Cantú, Milano, Copa de Europa

No hay juego: la Banca gana 
Al año siguiente (1983-84), era otro club italiano quien tomaba los laureles, el Banco di Roma, bajo la pletórica batuta del base Larry Wright. En aquella final de Ginebra, los 31 puntos de Epi fueron insuficientes y el Barça iniciaba su maldición con la Copa de Europa, como un amor platónico que parecía imposible de conquistar.

La plata angelina
España tuvo su ración de gloria con la plata de los JJ.OO de Los Ángeles en 1984. Nuestra selección y clubes eran una de las potencias del viejo continente, con referencias como Epi o Fernando Martín. Y aquel metal supo a oro porque los norteamericanos con Patrick Ewing, Abdul-Jabbar y Michael Jordan parecían jugar a otro deporte, más divino, menos humano, e inalcanzable para el resto de los jugadores.

La Cibona de Petrovic
En la antigua Yugoslavia, la Cibona de Zagreb se iba a convertir consecutivamente en doble campeona de Europa (1985 y 1986). El nuevo sistema de puntuación, con una línea de triples a 6’25m del aro, y la genialidad de un jugador único, diferente, irrespetuoso, desequilibrante y genial como Drazen Petrovic, escoltado por su hermano, Alexander, quien solventaba los ataques croatas cuando éstos se atascaban y apoyado por jugadores como Cutura o Cvjeticanin, que eran el complemento perfecto a una maquinaria de jugar al basket.
Drazen Petrovic, Cibona Zagreb
El 'genio de Sibenik' con la camiseta de la Cibona.
Petrovic contra Sabonis.
La final entre la Cibona Zagreb y el Zalgiris Kaunas en 1986, llegaba envuelta en un clima hostil entre ambas plantillas. En el equipo soviético, actualmente lituano, se encontraban tres jugadores fundamentales Kurtinaitis, Homicius y un colosal Sabonis. La estrategia de los balcánicos era clara: intentar sacar del partido al 'Zar', y lo consiguieron cuando reprendió una agresión a un compañero con un puñetazo, que le condujo a abandonar el partido y facilitar el segundo título para la Cibona.

Sabonis, Cibona-Zalgiris
Expulsión de Sabonis en la final europea de 1986.
La Cibona se convirtió durante esta etapa en la pesadilla de los clubes españoles, en especial para el Real Madrid quien decidió en 1988, a golpe de talonario, convertir al villano Petrovic en héroe.

La guerra fría traslada a las canchas
En el campeonato del Mundo de baloncesto de 1986, celebrado en España, tuvo un capítulo final fiel reflejo de la situación política: las dos super potencias del planeta se medían en Madrid. Estados Unidos contra la URSS. El campeonato cayó del lado norteamericano, por un apretado resultado, ante una selección soviética en la que contaba con figuras como Valters, Volkov, Tkachenko, Kurtinaitis, Chomičius, Tikhonenko y ese gigante capaz de moverse con soltura en la pintura: Sabonis.


Los dioses griegos del basket
Ningún representante heleno se lograba colar en las finales de clubes de la máxima competición, pero la selección griega, apoyada en un bullicioso público del Palacio de la Paz y la Amistad de Atenas, llevó al combinado nacional al Olimpo, coronándose como reyes de Europa en 1987. Con nombres ilustres como Nikos Galis, Panagiotis Yiannakis, Panagiotis Fassoulas o Fanis Christodoulou.

Nikos Galis, Hellas, Grecia, 1987
Nikos Galis, durante el exitoso europeo de la selección helena en 1987.
La memorable 'final four' de 1988
El doblete de la Cibona fue continuado por el Tracer de Milán, que se apuntó a la moda de coleccionar campeonatos de manera compulsiva (1987 y 88), ambos frente al Maccabi, el primero a único partido y el segundo en una espectacular final four, que volvía a implantarse como sistema de competición, fórmula heredada del baloncesto universitario norteamericano

Aquel campeonato de 1988 mostraba lo mejor del continente: con el Partizán de Belgrado, comenzando a exhibir sus aptitudes (Divac, Paspalj y Djordjevic), la anarquía del Aris de Salónica (de Gallis y Yannakis), la veteranía del Tracer-Philips Milano (Mike D'Antoni, Mike Brown, Dino Meneghin, Ricardo Pittis y Bob McAdoo) y el siempre combativo Maccabi Tel-Aviv (Doron Jamchy, Berkovich, Kevin Magee, Motti Aroesti y Kenny Barlow). La nota anecdótica la pusieron los aficionados del Aris, animando de espaldas durante gran parte del partido final entre la Philips y el Maccabi.

Popularizando Split 
La tendencia de conquistar dos Copas de Europa caló en una hornada de jugadores que había ido aprendiendo de los errores de su juventud y de las derrotas, hasta que el cascarón se rompió para mostrar con orgullo el nombre de su población: Split.

La Jugoplastika o Pop84, nombre con el que se conocía al equipo yugoslavo (actualmente Croacia) se llevó los títulos de 1989, 1990 y 1991 con grandes nombres como el versátil Toni Kukoc a quien acompañaban los Perasovic, Tabak, Radja, Savic y Dusko Ivanovic. Dirigidos por un extraordinario técnico como Boza Maljkovic que se convertía en habitual verdugo de un gran Barça, donde Epi, Audie Norris, Solozábal, Montero y Sibilio tocaban las puertas del cielo sin poder entrar.

Toni Kukoc, la elegancia del baloncesto de Split.
Cita de bombarderos en Atenas
Esta gloriosa década tuvo un capítulo, a modo de epílogo, casi irrepetible con la final de la Recopa de 1989 entre el Real Madrid y el Snaidero de Caserta, aquella noche se citaron dos bombarderos: Petrovic por el lado madridista y el brasileño Óscar Schmidt Becerra por el cuadro italiano. El choque fue un homenaje al baloncesto ofensivo, que acabó con el croata Drazen anotando 62 puntos, Óscar con 44, el joven Nando Gentile superando la treintena y Biriukov la veintena.

La generación de oro de los Balcanes
Antes de que Yugoslavia se desquebrajara como un enorme espejo en diferentes repúblicas, la generación más exitosa del basket balcánico se colgó una plata en los JJ.OO de Seúl 1988 y dos oros: uno en el europeo de 1989, ante Grecia, y otro en el Mundial de 1990, ante la URSS después de haberse deshecho de los EE.UU, la victoria ante los soviéticos tuvo sabor a venganza, por la derrota en la final de los Juegos Olímpicos.

Aquel grupo de deportistas convivían bajo un clima de multicultural, de camaradería y hermandad, ajenos al sentimiento prebélico que se vivía en el país y que con el paso del tiempo inevitablemente fue contagiando a los integrantes de la selección, creando una sensación de ruptura que hizo que jugadores que defendían una misma bandera y colores tomaran más tarde caminos distintos, caminos marcados por la guerra, el odio, el rencor y las rivalidades. Esquirlas que se clavan en el corazón. Hermanos irreconciliables que portaban distintos símbolos.


En ambas citas, europeo del 89 y Mundial del 90, faltó otro genio: Djordjevic, al que supuestamente los desencuentros personales con Petrovic supusieron un veto para su incursión en la selección 'plavi', un bloque que quedaba definitivamente huérfano tras el conflicto bélico de los Balcanes de 1991.

Epílogo de los ochenta
El deporte de la canasta vivió sus mejores momentos en esta década, repleta de grandes partidos, de jugadores únicos, ídolos irrepetibles repartidos por todo el continente que concebían el juego sin tanto encorsetamiento táctico. Baloncesto puro que emanaba romanticismo y que se almacenó en cintas VHS y en la memoria de los que hemos amado este deporte. Los aros os añoran. El baloncesto y los aficionados, también.

viernes, 23 de marzo de 2012

Los inicios de la Copa de Europa de baloncesto

En la temporada 1957-58, la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) adoptaba el sistema que ya había implantado el fútbol dos años antes, 1955-56, creando la Copa de Europa de clubes.

El inicio de la competición: Los años 50
Los desconocidos reyes del continente 
Los primeros denominadores del basket continental fueron equipos del otro lado del telón de acero, instituciones, hoy en día, casi desconocidas para el gran público. El primer campeón del torneo fue el conjunto soviético, actualmente letón, del A.S.K. Riga, quienes conquistaron el título durante las 3 primeras ediciones, apoyado en su coloso pívot de 2’20 m, Jānis Krūmiņš.

Las finales se disputaban a doble partido, en estadios abiertos, sin techo. Los dos primeros duelos por el cetro continental tuvieron a los mismos protagonistas: el citado ASK Riga como campeón y los búlgaros del Akademik de Sofía como aspirantes.

ASK Riga-Akademik

La década de los 60
El poder del ejército rojo 
El reinado del cuadro de Riga terminó en la que iba a ser su cuarta Copa de Europa consecutiva, en aquella ocasión el vencedor fue otro equipo soviético, indiscutible protagonista posteriormente de la competición: el CSKA de Moscú.

Por aquel entonces, sólo los vencedores de las ligas nacionales podían jugar en el torneo y el poder de la U.R.S.S. en el deporte de la canasta era insultante. Al CSKA de Moscú le sucedió el Dinamo Tbilisi, y de nuevo el testigo pasó el siguiente curso al CSKA. Ambas finales fueron ante el Real Madrid, club que se alzaría con el título en las siguientes temporadas, rompiendo la hegemonía soviética.

El inestable formato en los años 60 
Las cuatro primeras ediciones de la competición se resolvieron a eliminatoria de ida y vuelta, pero esta tendencia se rompió con la final de 1962, celebrada en Ginebra, a un único partido.

La década de los 60 avanzaba y el formato del torneo era desconcertante, pasando a utilizar todo tipo de fórmulas como: una serie a tres encuentros (1963) o adoptar el sistema de la 'final four' en 1966 y 1967. A partir de esa fecha se recupera, y a la vez se emula al fútbol, con una sede neutral y un único encuentro.

Durante este decenio tanto el Real Madrid como el CSKA dominaron el palmarés. Con el paréntesis del Olimpia Milano en 1966. El conjunto blanco tenía como mejores jugadores a Carlos Sevillano, Moncho Monsalve, Lolo Sainz, Emiliano, Clifford Luyk y Miles Aiken.

La década de los 70 
La pequeña Varese reina en Europa
Una ciudad italiana, situada en Lombardía, de menos de 100.000 habitantes fue el equipo más laureado y temido del continente durante los 70. Entre 1970 y 1976 se alzó con 5 entorchados europeos, bajo el nombre comercial del Ignis y con jugadores como el eterno Meneghin, el mexicano Raga y Ricky Jones.
Ignis Varese
Plantilla del Ignis Varese (1973). Foto subida a wikipedia por Attilios.
La pequeña Varese estaba dando un golpe de autoridad que amenazaba con desbancar al gigante Real Madrid en el trono continental. Club con el que había tenido gran rivalidad, acrecentada desde la campaña 1961-62, cuando una auto-canasta del Real Madrid en Varese, estando el encuentro con empate, salvó a los blancos de una prórroga donde hubieran sido vapuleados al estar el equipo madridista con varios jugadores eliminados. Aquella argucia permitió al Madrid librarse de un mal resultado y solventar la eliminatoria en la capital de España.

En este mano a mano entre italianos y españoles se colaban dos nuevos protagonistas como campeones europeos: el Maccabi de Tel-Aviv (1977) y el KK Bosna Sarajevo (1979). 

La guerra fría entra en acción: Maccabi contra CSKA
El cuadro hebreo se nutría de jugadores norteamericanos como Jim Boatwright o estadounidenses nacionalizados, como Tal Brody y Lou Silver, que junto a los israelitas Aroesti y Berkovich, convertían a los maccabeos en un grande de la canasta. 

Su incursión en el panorama europeo despertó muchas polémicas, en especial con la U.R.S.S., país con el que tenía rotas las relaciones diplomáticas. Todo esto motivó que los choques de liguilla entre Maccabi y clubes de países pertenecientes al Pacto de Varsovia fueran algo más que simples partidos, trascendiendo al ámbito político.
El primero fue ante el equipo checo del Spartak Brno  pero el más famoso fue el segundo, ante el CSKA. Ambos equipos rechazaron viajar a Tel-Aviv y se dieron por perdidos sus encuentros. Por lo que la doble confrontación se redujo en ambos casos a partidos que se celebraron en terreno neutral, Bélgica en sendas ocasiones.

Las victorias 'maccabeas' ante los rivales del eje comunista, con los jugadores enfundados en una anti estéticas camisetas con mangas, fueron consideradas como un punto de partida hacia el éxito, una reivindicación de Israel en el mapa. Como lo reflejó Tal Brody en sus declaraciones post partido ante el equipo del ejército rojo: el CSKA.
Tal Brody- Maccabi 

El campeón yugoslavo y la caída del Varese
Por su parte, los balcánicos se apoyaron dos años después en las genialidades de Dalipagic y Delibasic para conquistar el continente ante un histórico que se apagaba, el Varese. Fue la última final a la accedió la institución italiana y el Bosna Sarajevo pasaba a ser el primer club yugoslavo en conseguir el triunfo europeo. La pequeña Varese vivía sus últimas noches de gloria en la máxima competición continental de un pequeño pabellón que vio doblegar y caer a dos de los grandes del parqué: el CSKA y el Real Madrid de Luyk, Brabender Szczerbiak, Rullán y Corbalán.

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