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sábado, 30 de enero de 2016

La autocanasta de Pedro Ferrándiz con el Real Madrid

El objetivo del baloncesto es conseguir sumar más puntos en la canasta de tu rival al final del partido. ¿Y qué ocurre si el balón entra en tu propio aro? El 18 de enero de 1962 el entrenador Pedro Ferrándiz ordenó a Lorenzo Alocén que realizara una autocanasta. Una estrategia que dio resultado al Real Madrid y que obligó a cambiar esa regla para que nadie lograra sacar ventaja de ello.

Un palmarés envidiable
Pedro Ferrándiz es uno de los más laureados entrenadores del baloncesto español. Llevó al Real Madrid desde los banquillos a conquistar cuatro Copas de Europa, once Copas de España y diez Ligas. Un dilatado palmarés cosechado en apenas quince años, desde 1960 a 1975.

Pedro Ferrándiz, Real Madrid, baloncesto,
Pedro Ferrándiz, en el 'Hall Of Fame'. Foto propiedad de Sabilla27 -usuario de Wikimedia-
La importancia de su carrera deportiva ha hecho que sea, junto a Antonio Díaz Miguel, los únicos entrenadores españoles incluidos en el salón de la fama del baloncesto situado en Estados Unidos.

Además de los numerosos homenajes y premios personales recibidos, el nombre de Ferrándiz estará para siempre vinculado a su ciudad, Alicante, donde el pabellón de deportes lleva su nombre al igual que en la localidad de Alcobendas y, especialmente, es recordado por una genialidad, una ocurrencia que define su habilidad con la pizarra.

La Copa de Europa de la temporada 1961-62 
Pedro Ferrándiz entraba en la década de los años sesenta con el respaldo de los primeros títulos y la confianza de la plantilla merengue. Aquel innovador técnico, que apenas había entrado en la treintena, afrontaba el reto de arrebatar la corona europea a los equipos soviéticos, quienes eran los grandes dominadores de la época en la recién creada Copa de Europa de baloncesto.


El duelo ante el Ignis Varese de octavos de final
El equipo blanco tenía el difícil compromiso ante el Ignis Varese, vigente campeón de Italia, en la segunda ronda del torneo, en los octavos de final. Un campeonato en el que no existían los cabezas de serie y donde las eliminatorias eran resueltas, a imagen y semejanza del fútbol, por partidos de ida y vuelta.

El Real Madrid afrontaba ante el Ignis un encuentro que se empezó a torcer tras el descanso, el cual había terminado con ventaja madridista de ocho puntos. Los contratiempos en el segundo tiempo, en aquella época eran dos partes de 20 minutos, jugaban en contra de los blancos. Hightower estaba lesionado, el otro estadounidense, Morrison, eliminado, al igual que Carlos Sevillano y el resto de principales jugadores, como Emiliano, estaban en el banco cargado de personales, mientras el marcador se estrechaba anunciando una temida prórroga para el Real Madrid.

Ignis Varese, balonesto,

El Ignis había rechazado cambiar de cancha, a la cercana Milán -a menos de 60 kilómetros-, para disputar este encuentro en el pequeño y asfixiante pabellón de Varese, donde la presión del público, unas 2.000 personas, era más patente.

A falta de dos segundos, y con un Madrid diezmando, el Ignis empataba el encuentro a 80 puntos. El Madrid sacaba de línea de fondo con la imposible misión de cruzar todo el campo y anotar o esperar a vivir una complicada prórroga que colocara una brecha insalvable para el encuentro de vuelta. Y es aquí cuando surgió la pizarra de Ferrándiz, pidiendo un tiempo muerto y sacando al base maño Lorenzo Alocén con unas precisas instrucciones para lograr una canasta que salvara al equipo.


Estas fueran las órdenes de Ferrándiz, reproducidas años después en una entrevista ofrecida al periodista Iñako Díaz-Guerra, del diario As.

"Lo teníamos previsto y habíamos estudiado la jugada antes del partido. Jugábamos en Varese en octavos de la Copa de Europa, era el partido de ida y quedaba la vuelta en Madrid. En el primer tiempo ganábamos 36-44, pero la cosa se puso fea. Hightower estaba lesionado y Emiliano en el banco. A falta de dos segundos metieron la canasta del empate a 80 y eliminaron por faltas a Morrison. Estábamos en inferioridad clara y la prórroga no nos convenía. Pedí tiempo muerto y saqué a Alocén".

Así lo narraba el propio Alocén:

"Me dijo: 'Lorenzo, ya sabes lo que tienes que hacer'. Sacábamos de debajo de nuestra canasta y me la pasó Lluís. Emiliano estaba esperando para palmear si la fallaba, pero la metí limpia y fingí celebrarlo. La afición italiana empezó a gritar alborozada '¡Lorenzini, Lorenzini!".


El partido terminaba con 82-80 a favor de los italianos. Una renta corta para lo que presumiblemente habrían conseguido los italianos en una tiempo extra que el Real Madrid afrontaba con muchas bajas.

"Nosotros le agarramos como si se hubiera vuelto loco para que los árbitros no pitaran técnica y anularan la canasta. Pero un jugador del Varese, Toth, empezó a recriminarnos. El público se dio cuenta y empezó a tirarnos de todo"

El Real Madrid lograba en el Frontón de Vista Alegre de la capital, pocos días después, remontar los escasos dos puntos de desventaja de la ida con un contundente 82-63 que permitía a los blancos seguir en la competición, en una edición donde alcanzaron la final, cayendo ante el Dinamo Tbilisi. Un anticipo de los cuatro títulos europeos que llegarían más tarde con Ferrándiz dirigiendo a un equipo donde sobresalía otro futuro estratega -Lolo Sáinz-, perfectamente escoltado por Julio Descartín y los citados Emiliano Rodríguez y Carlos Sevillano.

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La autocanasta provocó cambios en las reglas
La FIBA decidió modificar la norma meses más tarde para evitar otro caso como el de la autocanasta ideada por Ferrándiz en el Real Madrid. El castigo, en caso de que algún club lo volviera a intentar, era de 1.000$ y la expulsión del torneo por dos años.

Aunque se puede perdonar si la acción no es intencionada, como ocurrió en el reciente despropósito del Eslovaquia contra México del campeonato de baloncesto femenino sub-17 -ver vídeo- donde una serie de errores en cadena, tanto de jugadores como árbitros, dieron por buena una autocanasta.

Así quedó la regla del baloncesto desde entonces:

16.2.2 Si un jugador convierte accidentalmente un lanzamiento en su propia canasta, la canasta valdrá dos (2) puntos y se anotará como si hubiesen sido logrados por el capitán en el terreno de juego del equipo contrario.

16.2.3 Si un jugador convierte intencionadamente un lanzamiento en su propia canasta, es una violación y la canasta no es válida.

Esta estratagema ideada por Ferrándiz sirvió para encarrilar una eliminatoria perdida y hacerse un hueco en la historia de un deporte en el que siempre dejó huella.

sábado, 16 de enero de 2016

El primer gol de la historia de la Champions League

La máxima competición europea sufrió en 1992 un lavado de cara que no solo afectó al nombre, pasando la Copa de Europa a ser conocida como Champions League, sino que también cambiaba la configuración del torneo, un sistema que ya se había puesto en práctica durante la edición anterior.

El clásico formato de eliminatorias directas a doble partido se había transformado en un bloque de liguilla con el que alargar los cuartos de final y por qué no decirlo, lograr dos objetivos:
  • Aumentar el número de partidos y con ello el de ingresos publicitarios
  • Evitar las sorpresas y facilitar el acceso de los grandes favoritos a las semifinales
El número de participantes fue proporcionalmente creciendo. El escenario político del viejo continental también contribuía a ello, con la aparición de nuevos países a través de las disgregaciones de naciones como la Unión Soviética, Checoslovaquia o Yugoslavia.

Además de esta nueva situación, las federaciones de Israel e Islas Feroe eran adscritas a la UEFA, engordando el número de afiliados.

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El paso de Copa de Europa a la Champions League
El triunfo del Barcelona ante la Sampdoria en Wembley en mayo de 1992 no solo fue histórico por tratarse del primer título azulgrana en la máxima competición europea sino por ser también la última considerada como Copa de Europa.

El estreno de la Champions llegó durante el curso 1992-93 con el enfrentamiento final entre dos de los mejores equipos de aquella década: el Olympique de Marsella y el Milan. Ambas escuadras estaban viviendo una etapa dorada bajo el mandato de los polémicos empresarios Bernard Tapie y Silvio Berlusconi, cuya gestión vino de la mano del desembarco de los futbolistas más deseados a nivel internacional y los fichajes más acertados a nivel nacional.

OM, Milan, Olympique Marseille,


Los marselleses, quienes contaban con Fabien Barthez, Jocelyn Angloma, Basile Boli, Marcel Desailly, Abedi Pelé, Didier Deschamps, Rudi Völler y Alen Bokšić, vencieron 1-0 en Múnich a los milanistas Mauro Tassotti, Paolo Maldini, Demetrio Albertini, Alessandro Costacurta, Franco Baresi, Gianluigi Lentini, Frank Rijkaard, Marco van Basten, Roberto Donadoni, Daniele Massaro y un Jean-Pierre Papin que se había pasado del lado galo al italiano durante el verano.

La recién bautizada como Liga de Campeones se diferenciaba de la anterior edición en contar con cuatro equipos más e inaugurar el logotipo que hoy conocemos, aunque no estuviera acompañado del icónico balón compuesto por estrellas, cuyo estreno llegó con el nuevo milenio, en la final del curso 2000-01 con Valencia y Bayern Múnich como contendientes.


El estreno goleador de la Champions
Olympique de Marsella y Milan accedieron a la final de Múnich en 1993 después de encabezar los dos grupos de clasificación que sustituyeron a las antiguas eliminatorias de los cuartos de final. Esta liguilla es la que empieza a ser considerada como Champions.

De los cuatro partidos que se jugaron aquel 25 de noviembre de 1992 tuvo que ser el celebrado en el Olympiastadion de Brujas el que recibiera el privilegio de asistir en directo a la primera diana de la Champions League.

La máxima competición del fútbol europeo demostraba su globalización cuando el nigeriano Daniel Amokachi batía a los 16 minutos al guardameta moscovita Dmitriy Kharin en la victoria por la mínima del Club Brujas sobre el CSKA.

Daniel Amokachi, Brugge, Nigeria,

Las águilas verdes de Amokachi
1994, World Cup, Nigeria,Anotar el primer gol de la Champions no fue el mayor éxito de Daniel Amokachi. El prometedor mediapunta africano no logró sobresalir en su aventura europea a nivel de clubes -Brujas, Everton y Besiktas- pero sí destacó en su contribución a la selección nacional de Nigeria: las 'águilas verdes'.

Amokachi participó en dos mundiales con Nigeria -1994 y 1998- y fue parte integrante del equipo olímpico que se colgaría el oro en los JJ.OO. de Atlanta en 1996 ante Argentina por 3-2.

Era el triunfo de una generación que demandaba éxito y que tenía a Finidi George, Augustine Okocha, Uche Okechukwu, Sunday Oliseh, Rashidi Yekini, Wilfred Agbonavbare, Nwankwo Kanu, Celestine Babayaro, Taribo West, Mutiu Adepoju, Jay-Jay Okocha, Garba Lawal, Tijjani Babangida y el propio Daniel Amokachi.

Una lista que no para de crecer
La Champions League se ha convertido en el mayor acontecimiento mundial a nivel de clubes. Un espectáculo que no para de sumar dianas y que arrancó con un gol de Daniel Amokachi.


Gol númeroJugadorNacionalidadClub cuando marcóRivalFecha
7000Ángel Di MaríaArgentinaPSGvs Malmö25-noviembre-2015
6000Sergio Ramos (pp)EspañaReal Madridvs Manchester United5-marzo-2013
5000LuisaoBrasilBenficavs Hapoel Tel Aviv14-septiembre-2010
4000Peter CrouchInglaterraLiverpoolvs PSV11-abril-2007
3000Daniel TrezeguetFranciaJuventusvs Olympiacos10-diciembre-2003
2000Fernando CoutoPortugalLaziovs Nantes19-septiembre-2001
1000Dmitri KhokhlovRusiaPSVvs Benfica9-diciembre-1998
1Daniel AmokachiNigeriaClub Brujasvs CSKA25-noviembre-1992


Curiosamente, Ángel Di María subió recientemente la cifra a los 7.000 goles en otro 25 de noviembre, 23 años después de que Amokachi empezara la cuenta anotadora de la Champions League.

sábado, 7 de marzo de 2015

El himno de la Champions pone música al fútbol europeo

La idea de crear una competición internacional de clubes rondaba la cabeza de muchos dirigentes europeos a mediados del siglo XX. El éxito de la Copa Mitropa -nacida en 1927 con conjuntos de Austria, Hungría, Italia y Checoslovaquia- y la Copa Latina -torneo internacional para escuadras de Italia, Portugal, Francia y España que se disputó desde 1949 a 1957- sirvieron de germen para plantear un campeonato que englobara a todo el continente.

Las exitosas primeras giras de clubes -como la del Wolverhampton en 1954- demostraron la viabilidad de un proyecto de campeonato europeo que se puso definitivamente en marcha cuando la propuesta lanzada por L'Equipe fue recogida por el Real Madrid, confeccionando la primera edición de la Copa de Europa en 1955.

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Nacimiento de la Champions League
La vieja Copa de Campeones de Europa modernizó su concepto a partir de 1993. La regeneración del campeonato no solo afectó a su nombre, el cual pasó a ser denominado como Champions League o Liga de Campeones, sino al concepto del propio torneo.

El trofeo más prestigioso del viejo continente había nacido como un enfrentamiento en eliminatorias directas entre los campeones de Liga de los diferentes países. Una Copa de Campeones en la que solo coincidían dos clubes de una misma nación cuando uno acudía como vigente campeón de la Copa de Europa.

El célebre gol del holandés Ronald Koeman en la final de Wembley que disputó el Barcelona contra la Sampdoria en mayo de 1992 fue el último capítulo escrito en el palmarés de la vieja Copa de Campeones de Europa.

La siguiente temporada, la 92-93, concluyó con el triunfo del Olympique de Marsella sobre el Milan, significando la primera edición denominada como Liga de Campeones o Champions League. El honor de estrenarse en la competición como goleador perteneción a Daniel Amokachi, jugador nigeriano del Club Brujas, en el triunfo por 1-0 ante el CSKA Móscú en noviembre de 1992.

Champions League

A partir de entonces, y con el paso de las ediciones, fue mutando el formato de la competición, dejando las eliminatorias directas para las últimas fases, tras la liguilla que había hecho acto de presencia en la edición del curso 1991-92. También fue creciendo el número de participantes y el de representantes de cada país. De hecho, a partir de 1998, la cuota se abrió a los subcampeones de Ligas y con el cambio de milenio se permitieron hasta cuatro clubes para algunos campeonatos domésticos.

El Himno de la Champions
Si por algo es reconocible esta nueva etapa del fútbol europeo es tanto por su símbolo estrellado -diseñado por la compañía inglesa Design Bridge- como por la característica melodía. El autor de la misma fue Tony Britten, un compositor inglés que escogió para el himno de la UEFA los tres idiomas que se consideran oficiales en la institución. Es decir: alemán, inglés y francés.

Ceux sont les meilleures équipes
Estos son los mejores equipos
Es sind die allerbesten Mannschaften
Estos son los mejores equipos
The main event
El evento principal
Die Meister
Los maestros
Die Besten
Los mejores

Les grandes équipes
Los grandes equipos
The champions
Los campeones
Une grande réunion
Una gran reunión
Eine grosse sportliche Veranstaltung
Un gran evento deportivo

The main event
El evento principal
Die Meister
Los maestros
Die Besten
Los mejores
Les grandes équipes
Los grandes equipos
The champions
Los campeones

Ils sont les meilleures
Ellos son los mejores
Sie sind die besten
Estos son los mejores
These are the champions
Estos son los campeones

Tony Britten usó como base la obra del también británico George Frideric Handel -Zadok, The Priest- a la que sumó una serie de expresiones superlativas traducidas en tres idiomas que poco a poco encajaron con las notas de la partitura.

El definitivo tono solemne vino por la interpretación de la Royal Philharmonic Orchestra y el coro de la también inglesa Academy of St. Martin in the Fields, responsables de que identifiquemos cada jornada de la Champions con esta música que resuena de manera celestial en los estadios.

El placer de escuchar a Queen
El 'Himno de la Champions' no son las únicas notas con las que se relaciona a la Liga de Campeones. Desde 2002, en el triunfo del Real Madrid sobre el Bayer Leverkusen, se incluye el tema We Are The Champions de Queen, escrito por Freddie Mercury en 1977, como banda sonora para el equipo que levanta la 'orejona'. Un tema que venía siendo utilizado por muchos clubes, e incluso por la FIFA en el Mundial de 1994, como sinónimo de triunfo. El éxito de conquistar la competición de las competiciones, la Champions League.

sábado, 29 de noviembre de 2014

¿Cuándo el FC Barcelona ha jugado de color blanco?

Los colores de los clubes de fútbol son tan importantes como los escudos o el himno. Son el modo cómo los aficionados reconocen a sus equipos de los rivales. Aunque en los últimos años el merchandising está variando esta costumbre -ya no es extraño que se salte al césped con la segunda o tercera equipación en su propio estadio-, no deja de ser uno de tantos simbolismos que tiene el fútbol para estrechar lazos con el hincha.

El Fútbol Club Barcelona se ha vinculado desde su fundación en 1899 con dos tonos: el grana y el azul. En un principio representado por dos mitades iguales que con el tiempo se transformó en un rayado vertical para recuperar el formato original en ciertos momentos, como en la celebración del centenario.

El blanco, común en casi todos los equipos de fútbol por su sencillez a la hora de confeccionarlo, tampoco fue ajeno a los culés, quienes hasta 1913 lo tuvieron en el pantalón, en una época donde lucirlo no tenía ningún significado negativo para sus seguidores.

camiseta Barcelona de Kappa, 1992

La ventaja de vestir de azulgrana
La ventaja que tenía el Barça con respecto a otras instituciones es que era más complicado encontrarse con un contrincante que le obligara a cambiar de indumentaria por coincidencia de colores. Cuando tal circunstancia ocurría, se recurrió incluso al blanco. Una decisión que actualmente resultaría increíble e inaceptable por la masa social blaugrana. De hecho, la marca Kappa introdujo una franja blanca en las mangas durante su estreno en 1992 como patrocinador, provocando reprimendas por parte de los sectores más tradicionales.

símbolo de Kappa, logo Kappa


Antes de que la rivalidad con el Real Madrid se hiciera más intensa, el Barcelona portó una camiseta blanca durante algunos partidos. En los que coincidía con su rival con una tonalidad similar. Situación que no era muy habitual en la Liga y que se producía cuando el Barça viajaba a Pontevedra o en los duelos contra el Levante. Incluso jugando en su antiguo estadio, en Les Corts, en un partido en la temporada 1946-47 donde posaron de esta manera contra el cuadro levantinista.


Europa también fue testigo de contemplar a un Barcelona que pasó del azulgrana al blanco. En especial en la desaparecida Copa de Ferias, como ya lo habían hecho en la extinta Copa Latina en 1952.

Los primeros títulos llegan de la mano de la Copa de Ferias
La Copa de Ferias fue una curiosa competición que se celebró en el viejo continente a partir de 1955, dos semanas después de que naciera la Copa de Europa, entre ciudades que albergaran una Feria de rango internacional (Basilea, Barcelona, Birmingham, Copenhague, Estocolmo, Fráncfort, Milán, Lausana, Leipzig, Londres, Viena y Zagreb). Los partidos tenían que coincidir con fechas en las que se celebraran dichas ferias, de ahí que muchos encuentros nunca se jugaran y que las primeras ediciones se eternizaran.

No era necesario que los equipos participantes hubieran sido vencedores de sus respectivas Ligas. El Barcelona, que quedó campeón en las dos primeras ediciones (1958 y 1960), fue el único representante de España, dado que el RCD Español rehusó alinearse junto a los culés para formar una selección representante de la Ciudad Condal.

A pesar de la distancia de dos años entre una cita y otra, 1958 y 1960, se trataron de eventos consecutivos que presa del caprichoso calendario hicieron que la disputa de la Copa se alargara, restando una importancia que ya carecía en algunos países como Francia, más pendiente de que el reciente formato de Copa de Europa lanzado por L'Equipe y el Real Madrid tuviera éxito.

La primera Copa de Ferias celebrada derivó en un maratoniano torneo que abarcó tres años de duración por problemas para localizar fechas libres. Los equipos eran integrados por un club -casos del Barcelona, Lausana, Inter o Birmingham City- o de combinados de equipos que representaban a la ciudad, primero se enfrentaban en una liguilla previa que después daba paso a los cruces de semifinales.

De hecho, el rival del Barcelona en la final fue la selección de Londres -formada por jugadores de los distintos equipos que salpican la capital inglesa: Arsenal, Brentford, Charlton Athletic, Chelsea, Crystal Palace, Fulham, Leyton Orient, Millwall, Queens Park Rangers, Tottenham Hotspur y West Ham United-.

Sólo Ramallets y el utilero portaban el escudo del Barcelona. Foto pertenenciente a la web: Europa en juego

El Barça se adjudicó el título tras un contundente 6-0 en el Camp Nou. Era el primer hito europeo de los culés en su nuevo estadio y la despedida de un icono como Estanislao Basora. Aunque conseguirlo con el escudo de la ciudad cosido en el pecho, sin los colores habituales -se utilizaron el blanco y pantalón azul (frente al Copenhague el día de Navidad de 1955 o en semifinales ante el Birmingham City en 1957) o el azul y el pantalón blanco, colores de la Federación de Cataluña-, han restado importancia a este galardón, e incluso hay estadistas e historiadores que no lo incluyen en el palmarés del Barcelona, aunque los once futbolistas que saltaron al campo pertenecían a la entidad azulgrana.



La UEFA no se aclara con la Copa de Ferias
La propia UEFA arroja más sombras que luces sobre la relevancia de la Copa de Ferias. El organismo internacional considera que el torneo que nació en 1955 y que acabó en 1971 es la precursora de la Copa de la UEFA (1971-2009) y por lo tanto el germen de la actual Europa League (2009-actualidad).

Por otro lado, no contabilizan los resultados de la Copa de Ferias a nivel estadístico ni dentro del palmarés global. Haciendo de menos a este segundo torneo continental, argumentando que no fueron organizadas por el estamento de la UEFA, aunque recibieran su apadrinamiento e incluso uno de sus vicepresidentes, Ernst B. Thommen, estuviera en el comité del trofeo.

El Barça, dominador de la Copa de Ferias
El prestigio del galardón fue creciendo con el paso de las temporadas. Ya no se trataba de un torneo entre ciudades que acogieran una Feria de muestras sino de un campeonato continental que caminaba a la par de la prestigiosa Copa de Europa, donde también el Barça disputó otro partido de blanco, en 1959 contra el Milan en el estreno culé en el trofeo de la 'orejona' con un Luis Suárez estelar y un Ramallets colosal.

El Barcelona se presentó otra vez en la final de la Copa de Ferias en 1960. El rival volvió a ser el Birmingham City en una eliminatoria a doble partido resuelta en el Camp Nou por un contundente 4-1, tras el empate registrado en St Andrew's. Después de estos dos entorchados encadenados, llegó el tercero en 1966 ante el Real Zaragoza. Una temporada donde el blanco asomó de nuevo, contra el Hannover -octavos de final-.

En 1971, a la finalización de la historia de la competición, el Leeds de Don Revie y Barcelona eran los clubes con más Copas de Feria, aunque también se encontraba el Valencia con otro par de Copas. En el caso de los catalanes exhibían tres -aunque una de ellas bajo el emblema de la ciudad- y los ingleses tenían dos, siendo el Barcelona el primero en alzarse con ella y el Leeds el último, motivo por el que se organizó un encuentro entre ambos.

La final de las finales se jugó en el Camp Nou el 22 de septiembre de 1971 con triunfo de los azulgranas por 2-1, quienes lucieron sus colores habituales y el escudo barcelonista. Esta victoria hizo que el trofeo pasara a las vitrinas del club de manera perpetua, en propiedad, dado que la UEFA tomaba la riendas del torneo renombrándolo como Copa de la UEFA.

Barcelona, Copa de Ferias

El Barcelona no abandona el blanco en la década de los 70
El Barcelona usó el blanco durante la eliminatoria contra el Inter en 1970 de Copa de Ferias. Un partido donde la densa niebla en Milán impidió disputarse el resto del encuentro. Motivo por el que la cita entre ambos se trasladó una semana, con triunfo final de los interistas ante un Barça blanquecino.

Dos temporadas después fue el Steaua, el cual lleva el azulgrana tanto en su escudo como elástica, los que se cruzaron en el camino de los culés en la desaparecida Recopa de 1971-72. Otra vez de blanco y de nuevo cayendo en octavos en Europa.

Crónica del partido publica por Mundo Deportivo el 4 de noviembre de 1971

Otro equipo azulgrana de la Europa del Este fue el siguiente club que forzó a sacar el blanco del armario en el curso 1975-76. El C.F. Barcelona, como se le conocía por aquel entonces, perdió de nuevo con el color blanco, aunque en esta ocasión logró salvar la eliminatoria, que volvían a ser unos octavos de final, de Copa de la UEFA ante el Vasas de Budapest.
 
Los últimos encuentros de blanco en el siglo XX
Inglaterra fue el escenario donde el Barcelona disputase sus dos últimos partidos de blanco. Un detalle, que como he explicado, no tuvo la trascendencia que tendría ahora si el equipo saltara con dicho color en uno de sus compromisos europeos

El primero, contra el Aston Villa en 1978, en cuartos de final de la Copa de la UEFA. Un partido recordado por la ovación cerrada del público británico a la salida de un lesionado Johan Cruyff, con el dorsal 9 a la espalda, que apuraba sus días como azulgranas. Dicha camiseta fue subastada recientemente por una importante cantidad de dinero.


El Barça utilizó el blanco por última vez con motivo del duelo de cuartos de final de la Recopa de Europa contra el Ipswich Town. Un encuentro donde fueron doblegados por 2-1 en Portman Road. Un 7 de marzo de 1979 que ha pasado a la historia por ser la última ocasión en la que los azulganas cambiaron sus colores por el blanco.


El incremento de la rivalidad entre Real Madrid y Barcelona, junto con la confección de camisetas en cualquier tono, propiciaron que los culés abandonaran definitivamente el blanco, a pesar de las ventajas que tienen los tonos claros a la hora de jugar al fútbol.

Por esa razón, y desde el desembarco de Cruyff como entrenador, el Barcelona buscó un tono claro como el amarillo, naranja o verde en la segunda equipación, todo para ser visto en el campo y a la vez para no asemejarse al eterno rival, porque ¿alguien podría imaginar actualmente una camiseta del Barcelona en blanco?

Pues sí, contra todo pronóstico el Barcelona hizo público que para la temporada 2022-23 iba a tener una camiseta alternativa color claro. Un gris casi blanquecino que será completamente blanco para la campaña 2023-24.

jueves, 24 de abril de 2014

El año que el baloncesto coronó a dos reyes en Europa

La Copa de Europa de cualquier deporte busca un vencedor que se corone como rey, aunque es cierto que existe un segundo, e incluso un tercer, torneo continental en muchas de las disciplinas de equipo, siempre hay un único triunfador: es el campeón de los campeones. Dicha circunstancia no ocurrió en el torneo de baloncesto 2000-01. Un hecho inusual que se fraguó a través de un divorcio institucional.

La lucha por el poder se dirime bajo el tablero
La Unión de Ligas Europeas de Baloncesto (ULEB) fue fundada en 1991, con sede en Barcelona, por los miembros de las ligas domésticas de España, Italia y Francia para después extenderse a otro país de gran tradición como Grecia y más tarde a casi todo el viejo continente.

Esta institución tuvo en el verano de 2000 un conflicto con la FIBA -organismo internacional radicado en Suiza y que regula tantos las reglas del baloncesto como sus campeonatos-. La razón del desencuentro se debía al control del poder, al interés de la ULEB de tener la gestión total, tanto en el plano deportivo como en el económico de los ingresos surgidos del campeonato.




El final del monopolio de la FIBA
El baloncesto, a imagen y semejanza del fútbol, había creado desde la temporada 1957-58 un campeonato de campeones a nivel europeo, dos años más tarde que el fútbol, el cual sirvió de referencia.

La Copa de Europa de baloncesto se había disputado siempre bajo el abrigo de la FIBA, una tela cara que con el tiempo había revalorizado su precio merced a los ingresos por televisión y el merchandising, un artículo de lujo al que le salían muchos mirones y otro comprador -la ULEB-, cuyos representantes se cansaban de ser partícipes, generar ingresos y apenas ser recompensados.

Los clubes más potentes de las Ligas griega, española e italiana, asociados en la ULEB, a cuyo frente estaba el presidente de la ACB, Eduardo Portela, mostraron su malestar cuando la FIBA presentó en sociedad la Suproliga, que además del cambio de nombre, presentaba otra novedad al centralizar los derechos comerciales en el organismo con sede en Suiza.

Dos caminos distintos para una misma meta
La guerra se había iniciado. Lo que parecía una simple rabieta se convertía en un cisma en el verano del año 2000, un peligroso precedente para otros deportes, en especial el fútbol, que tomaba nota de la rebelión llevada a cabo por la ULEB al crear su propio campeonato al margen de la FIBA.

La FIBA en un último intento de dominar la situación suspendió a la ULEB como organismo reconocido. Un castigo que ni alivió el daño ni mitigó las ansias de emancipación de los clubes sublevados, encabezados por los equipos españoles, sobre cuya Federación se ponía el punto de mira aunque no se tomaban medidas disciplinarias contra ella. En cambio, el ultimátum fue claro sobre los árbitros, amenazados de ser inhabilitados si aceptaban dirigir algún encuentro. 

Ambas instituciones ponían en liza sus respectivos campeonatos:
  • La Suproliga, gestionada por la FIBA y que sustituía a la vieja Copa de Europa que había subsistido desde 1957.
  • La Euroliga, organizada por la ULEB.


Todos los clubes españoles eligieron a la rebelde Euroliga en lugar de la oficialista Suproleague -o Suproliga -, que fue adoptada mayoritariamente por instituciones con menor historia, salvo algunas excepciones. La ACB (Asociación de Clubes de Baloncesto de España) se convertía en el motor del cambio del deporte de la canasta en el viejo continente.

Suproliga o Suproleague (FIBA)

Panathinaikos e Iraklis (GRE)

Montepaschi Siena y Scavolini Pesaro (ITA)

Maccabi Raanana  y Maccabi tel Aviv (ISR)

Alba Berlín  y Bayer Leverkusen (ALE)

 Pau-Orthez  y ASVEL (FRA)

Ülkerspor y Efes Pilsen (TUR)
CSKA Moscú (RUS)
Lietuvos Rytas (LIT)

Croatia Split (KK Split) (CRO)
Partizan (SER)
Krka (ESL)

Slask Wroclaw (POL)
Ostende (BEL)
Plannja (SUE)

Estos 20 equipos, algunos de los cuales recibieron una compensación económica por aceptar -como CSKA- mientras otros tuvieron que asentir ante las intimidaciones recibidas -caso de ASVEL-, fueron organizados en dos grupos de 10 conjuntos que abrían paso a una fase de eliminatorias que arrancaba desde los octavos de final -denominados top-16- al mejor de tres encuentros y unos cuartos de final marcados por el mismo patrón .

La Final Four disputada en Francia, Paris-Bercy, se jugó entre cuatro clubes de distintas nacionalidades con triunfo de Maccabi Tel Aviv ante Panathinaikos, reeditando la final anterior y vengando la derrota del curso 1999-2000. Efes Pilsen ocupó el tercer cajón por delante del CSKA Moscú. 

Suprolegue final, Maccabi vs Panathinaikos

El torneo tutelado por la FIBA había tenido contratiempos de organización debido a la escasa repercusión de su llamada. Un problema solucionado en el último momento con la incursión 'a dedo' de otras instituciones para completar los 20 equipos y una futura promesa de recompensar a Turquía y Grecia con nuevas plazas.

La ULEB careció de esa dificultad. La 'comercial' Euroliga marchaba viento en popa merced a la publicidad, el apoyo financiero -con Telefónica a la cabeza- y los ingresos garantizados, además de contar con 24 equipos y un póker de instituciones españolas liderando esta escisión que circulaba en paralelo al de la FIBA y la rebasaba en resultado.

Euroliga o Euroleague (ULEB)

PAF Bolonia, Kinder Bolonia, Benetton Treviso y Müller Verona (ITA)

Estudiantes, TAU-Baskonia, Real Madrid y Barcelona (ESP)

Peristeri Atenas, AEK Atenas, Olympiacos y PAOK Salónica (GRE)

KK Zadar y Cibona Zagreb (CRO)
Zalgiris Kaunas (LIT)

Lugano Snakes (SUI)

Pogdorica (SER)

London Towers (GBR)

Opel Skyliners (ALE)

Sanit Petersburg Lions (RUS)
Charleroi (BEL)

Olimpia Ljubljana (ESL)

Hapoel Jerusalén (ISR)

Ovarense (POR)


La Euroliga 200-01 arrancó con cuatro grupos de seis equipos del que surgían 16 clasificados con los que disputar los octavos de final, al mejor de tres encuentros, para dar paso a los cuartos, en un sistema similar al ideado por la FIBA. Las diferencias se apreciaban en semifinales. La ULEB no utilizó la Final Four y en su lugar confeccionó una ronda de 'play-offs' de cinco partidos que enfrentó a los dos equipos más grandes de Bolonia -es decir, Kinder contra PAF-, o mejor dicho Virtus contra Fortitudo y a AEK de Atenas contra TAU en la otra parte del cuadro, ambas eliminatorias fueron resueltas con un contundente 3-0 por parte de la Kinder y TAU Baskonia.

La emocionante final necesitó de un quinto partido, celebrado en Bolonia, para decidir al vencedor del campeonato más rebelde jugado nunca en Europa. La Virtus Bolonia se hacía con el entorchado de campeón del torneo manejado por la ULEB compartiendo en esa temporada el trono con el Maccabi Tel-Aviv, titular para la FIBA del galardón. Dos reyes para un mismo trono.




Un divorcio de un año de duración
La imagen de desunión ofrecida por el basket junto a la confusión generada con los dos torneos celebrándose al unísono tenía que terminar de un modo u otro. La falta de acuerdo entre FIBA y ULEB por reunificar sus campeonatos concluyó con la renuncia del máximo organismo internacional a gestionarla, propiciado por el fracaso comercial de la Suproliga. La ULEB había ganado el pulso en esta confusa batalla para el espectador.

Borislav Stankovic y Jordi Bertomeu, secretarios generales de los respectivos organismos, lograron acercar posturas mezclando ideas, por un lado se mantenía la 'Final Four' y por otro se hacía más concesiones a los clubes, sobre todo en el plano económico, a la par que se ampliaba el cupo de 24 a 32 equipos para la campaña 2001-02. Todo ello bajo el paraguas de la FIBA, al que se le dejaba el papel de garante del juego.

El nacimiento de la nueva Euroliga iba a necesitar de una reestructuración del resto de torneos en liza. La Copa Saporta -que hacía las veces de Recopa- y la Copa Korac retomaban su rumbo bajo el nombre único de Copa ULEB, como segundo campeonato continental.

Euroliga logo

La posterior firma, en noviembre de 2004,  entre ULEB y FIBA servía para confirmar y considerar a la Euroliga como único máximo campeonato europeo, enterrando cualquier intento de recuperar la Suproliga, dejando la campaña 2000-01 como uno de los episodios más absurdos del baloncesto europeo.

miércoles, 2 de abril de 2014

De la portería derribada por Laumen a la del Bernabéu

Las porterías son tan indispensables en un partido de fútbol como los son el balón o los propios jugadores. Vamos a repasar tres momentos de la historia en los que los tres palos tuvieron un gran protagonismo, acaparando toda la atención y teniendo al mes de abril y a Jupp Heynckes como testigo en dos de ellas.


Herbert Laumen: de profesión, perforador de porterías
A principios de los años 70, el Borussia Mönchengladbach estaba disfrutando de su momento más dulce, de una de sus mejores etapas. El campeonato del curso 1969-1970 les convertía en uno de los rivales a batir para la siguiente temporada, 1970-71.

El secreto estaba en un plantel tremendamente equilibrado con Berti Vogts en la defensa; Rainer Bonhof y Günter Netzer en la media, la cual contaba con los goles de Jupp Heynckes y Herbert Laumen, dos artilleros de lujo para la delantera de los llamados 'potros' -debido a la juventud que atesoraba este equipo dirigido por el técnico Weisweiler-.


De tal palo, tal aluminio
Laumen defendió la camiseta del Gladbach desde 1962 a 1971. En su última temporada para los de Renania vivió uno de los momentos más anecdóticos de la competición alemana. Era el 3 de abril de 1971, el Borussia jugaba en casa, en el viejo Bökelberg, contra el Werder Bremen. El marcador reflejaba empate en el marcador y Laumen era llamado a filas para buscar el postrimero gol salvador.

En el minuto 88, el balón sobrevolaba la portería visitante y el ímpetu de Laumen a la hora de rematar le hizo adentrarse en la portería y engancharse en las redes, como un pescado luchando por librarse de su captura. La fuerza con la que arremetió el ariete tiraba abajo el marco de madera que caía presa de un huracán llamado Laumen.


El partido fue suspendido, siendo el Werder Bremen el ganador oficial. La Federación Alemana consideró que era responsabilidad del equipo local proporcionar una segunda portería de repuesto, por lo que fue multado con 1.500 marcos alemanes.

Laumen y el palo roto en Bökelberg
Laumen, enrededado en las mallas de la portería caída.
La segunda ensaladera del Borussia no corrió peligro, a pesar de no conseguir los dos puntos aquella jornada, dado que los resultados favorecieron los intereses del Gladbach. pero este insólito momento del fútbol germano sirvió para que la Bundesliga obligara a todos los clubes a cambiar sus travesaños y palos de madera por los de aluminio, además de tener una portería de sustitución.

Una parte de los restos de aquel carcomido poste de madera se exhiben, actualmente, en una urna en el nuevo estadio del Borussia, como una de las joyas del museo que fueron testigo de uno de los episodios más curiosos del club y protagonizado por uno de sus mejores delanteros, Laumen, que junto a Heynckes comanda la clasificación histórica de goleadores del Mönchengladbach.


El arco de Jorge Campos

El Mundial de Estados Unidos también vivió un capítulo semejante a los 20 minutos del duelo de octavos de final entre Bulgaria y México, en el impresionante Giants Stadium de Nueva York. Era el 5 de julio de 1994.

El hábil y veloz Hristo Stoitchkov había abierto pronto un marcador que quedaba nivelado, poco rato después, con el lanzamiento magistral de García Aspe a la escuadra, desde los once metros.

Un saque de esquina botado por Balakov y prolongado por Kostadinov hacia el área encontraba la oposición de Marcelino Bernal, quien cabeceaba providencialmente para despejar. La fuerza con la que apareció el futbolista, le hizo adentrarse en el arco defendido por el excéntrico Jorge Campos hasta engancharse con las mallas.

Antes de caer al suelo, Bernal se había agarrado al lateral de la red forzando la barra superior de la portería, la que mantenía fija la malla, destensándola. Para evitar contratiempos, la organización del Campeonato del Mundo sustituyó la protería por otra nueva en un vertiginoso relevo que apenas llevó siete minutos.




Los 75 minutos más bochornosos de la historia del Real Madrid
El rendimiento ofrecido por el Real Madrid en la campaña 1997-98, dirigida por Jupp Heynckes, estaba resultando muy deficiente. El Alavés había echado a los merengues de la Copa del Rey y en Liga eran incapaces de aguantar el ritmo del Barcelona de van Gaal. La plantilla parecía abocada a la suerte que deparara la aventura continental. Un riesgo para un club que llevaba 32 años sin levantar la 'orejona', desde 1966, con el sexto título sumado por Gento para el equipo de Chamartín.

La Copa de Europa se había convertido en una obsesión tanto para el presidente Lorenzo Sanz como para gran parte de los seguidores blancos, para quienes la conquistas del máximo cetro europeo permanecían olvidadas en antiguas fotografías en blanco y negro.

Por ello, el mandatario blanco había reunido una plantilla de garantías mezclando a hombres de la casa -Sanchís y Raúl-, con futbolistas nacionales de gran peso en el vestuario -Amavisca, Morientes y Hierro-, junto a grandes fichajes foráneos -Panucci, Roberto Carlos, Mijatovic, Seedorf, Suker, Redondo o Illgner-. El papel de secundarios lo ofrecían, de manera notable, Karembeu, Víctor y Fernando Sanz, hijo del presidente.


El duro camino hacia Ámsterdam
El Real Madrid había superado cómodamente la primera fase, liderando un grupo formado por Rosenborg, Olympiacos y Oporto, cediendo sólo una derrota en su visita a Noruega. Europa asomaba en el horizonte como la única posibilidad de convertir un año desastroso en una temporada buena o inolvidable, dependiendo del resultado en la Champions. Una apuesta complicada, de las que pocas veces se saca rédito.

El Bayer Leverkusen era el contrincante de cuartos de final. Una aspirina para mitigar los dolores de haberse quedado fuera de los dos torneos nacionales -Liga y Copa-. El empate en Alemania y el triunfo en casa, por 3-0, permitían a los madridistas plantarse en semifinales contra otro equipo germano: el Borussia Dortmund.

A pesar de que los negroamarillos eran los campeones vigentes del torneo, se daba por bueno el emparejamiento, dado que los de Dortmund habían eliminado al Bayern Múnich, la 'bestia negra' del Real Madrid.


La portería del fondo sur
El 1 de abril de 1998, mientras los jugadores formaban y el himno de la Champions League sonaba, un centenar de hinchas situados en el fondo sur, pertenecientes a la peña Ultras Sur, se subían a la valla metálica situada detrás de la portería. La valla cedía y con ello se llevaba el rudimentario sistema de sujeción de la red, que estaba enganchada a la propia reja, debido al efecto dominó, la portería se derrumbaba contra la verde lona como un púgil golpeado. 

Eran las 20:44 horas. El bochorno estaba a punto de arrancar. Jupp Heynckes asistía atónito desde el banquillo, reviviendo otra experiencia similar a la que ya había padecido con Laumen en 1971.


Alrededor de la portería caída, como si fuera un cadáver al que analizar, aparecieron numerosos operarios y trabajadores del club, que se movían nerviosamente, revoloteando despistados sin poder dar una solución. La idea de devolverla a su sitio a través de un taco de madera era inviable.

Después de muchos minutos de duda, se decidió acudir por una de las porterías de entrenamiento que había en la antigua Ciudad Deportiva, donde se encuentran actualmente las Cuatro Torres. Es decir, a dos kilómetros de distancia del Bernabéu.

Agustín Herrerín, actualmente delegado de campo, capitaneó aquella aventura en la que intervino también la policía y dos colaboradores de lujo que ejercieron de porteadores y a los que el Real Madrid compensó posteriormente económicamente . Hubo que regatear todo tipo de obstáculos físicos para recoger la portería y subirla a un camión con dirección al Santiago Bernabéu, sirenas incluidas y en dirección contraria. Más propio de una comedia que de un prólogo de un partido de Copa de Europa.

La operación de emergencia duró 75 minutos y estuvo cerca de suponer la eliminación madridista por suspensión del encuentro, y que finalmente 'sólo' costó una sanción económica y un partido de suspensión. Un mal menor ante el severo castigo que podría haber sido la derrota en los despachos.



Con el visto bueno del colegiado Mario van der Ende a la nueva portería, que quedaba anclada provisionalmente, se iniciaba el partido, con más de una hora de retraso, donde Morientes y Karembeu fueron los autores de los dos goles, renta suficiente para acceder a la final, dado que no se pasó del empate a cero en el Westfalenstadion.

La Séptima Copa de Europa pasaba de ser una opción a ser una realidad. Una realidad que tomaba forma definitiva en Ámsterdam a través de Mijatovic, con la Juventus y Zidane enfrente, un enemigo muy íntimo que escribía aquel capítulo ejerciendo de villano antes de ser parte de la historia del Real Madrid como héroe. Una historia que pudo haber tenido un colofón diferente sin la presencia de Agustín Herrerín.

viernes, 17 de enero de 2014

Maljkovic y Obradovic reparten Copas por Europa en los 90

La década de los 90 supuso el final del dominio de los clubes yugoslavos en el palmarés de la Copa de Europa. La guerra de los Balcanes y el mayoritario éxodo de sus estrellas al extranjero hizo ceder el testigo al resto de potencias del continente, las cuales contaban en gran parte con técnicos balcánicos dirigiendo sus banquillos. Antes de que ello ocurriera, dos equipos escribían su nombre en el palmarés de vencedores como parte de Yugoslavia.

El mencionado trienio del KK Split (1989. 90 y 91) firmaba su último capítulo en 1991, confirmando la calidad de un colectivo muy compensado en todas sus líneas -Perasovic, Tabak, Radja, Savic, Ivanovic y Kukoc- y por el buen hacer en los banquillos, tanto a través de Maljkovic como posteriormente de Pavličević.

Camiseta de Kukoc, Kukoc's shirt, Split, Jugoplastika
La Jugoplastika o Pop 84 pasaba a ser otro de los obstáculos que el Barcelona se encontraba en la Copa de Europa. Los azulgranas eran un club condenado por aquel entonces a quedar fuera del premio final, a pesar de contar con uno de los mejores aleros españoles de todos los tiempos, Epi, y uno de los mejores foráneos de la historia de la ACB, Audie Norris.

Último partido de Yugoslavia como nación
El Eurobasket de 1991 servía de colofón y abrupto punto final a una generación a la cual se le robó la oportunidad de haber aumentado su leyenda. Drazen Petrovic era uno de los principales ausentes de aquella edición dentro de una selección que se desquebrajaba por las tensiones políticas y que seguía aplastando a sus rivales. En aquella cita continental, sólo España terminó el partido a menos de 10 puntos de los flamantes campeones. Italia, que jugaba como anfitrión, terminó segunda.


El Partizán de Fuenlabrada
El equipo blanquinegro de Belgrado paladeó en 1992 su temporada más extraña y a la vez más mágica. A causa de la guerra de los Balcanes, la FIBA había prohibido a los clubes yugoslavos disputar sus partidos en casa obligando a los conjuntos clasificados aquella temporada para Europa -Slobodna Dalmacija (antigua Jugoplastika de Split), Cibona de Zagreb y Partizan de Belgrado- a buscar cobijo en algún pabellón en el resto del continente.

Los tres equipos balcánicos eligieron como sede España: Coruña, Cádiz y Fuenlabrada hicieron de provisionales canchas de la Slobodona, Cibona y Partizán, respectivamente. Los dos primeros no lograron su objetivo de clasificarse para la Final Four. Todo lo contrario que los partisanos.

El cariñosamente denominado Partizán de Fuenlabrada convirtió el Fernando Martín en su segunda casa, en un nuevo Pionir trasladado miles de kilómetros de distancia de Belgrado y con fuenlabreños en la grada haciendo de improvisados seguidores. La comunión entre los jugadores y afición iba en aumento consiguiendo 6 de sus 7 triunfos en 'casa', sólo Estudiantes pudo ganar al Partizán en su destierro.
Partizan de Fuenlabrada
Aquella plantilla expatriada se componía de Aleksandar Djordjević, Predrag Danilović, Nikola Lončar, Igor Perović, Zoran Stevanović, Igor Mihajlovski, Dragiša Šarić, Željko Rebrača, Mladan Šilobad, Slaviša Koprivica, Vladimir Dragutinović, Ivo Nakić, Branko Sindjelić. Todos ellos bajo la dirección de un jovencísimo Željko Obradović, otro de los nombres que golpearían con fuerza en este decenio.

Los cuartos de final fueron el único momento en el que el Partizán pudo regresar a Belgrado en la eliminatoria a tres partidos ante la Knorr Bolonia que sirvió de antesala para la Final Four de Estambul, donde pasaron de llevar el papel de cenicienta a campeones de Europa, merced a la canasta en el último segundo de Djordjević ante el Joventut de Badalona, cuyo momento de gloria estaba por venir. Antes de que eso pasara, su cancha iba a ser testigo del mejor espectáculo jamás visto.

Partizan de Fuenlabrada, Belgrado

La fiesta de ensueño de los JJ.OO.
El permiso de la FIBA, otorgado en 1989, para que los jugadores profesionales de la NBA participaran en los distintos campeonatos internacionales posibilitó que los JJ.OO. de Barcelona disfrutaran del mejor plantel posible: el llamado 'Dream Team', que transformó el Pabellón Olímpico de Badalona en la fiesta del mejor baloncesto.

La convocatoria estaba formada por:
    Dream Team, Barcelona 1992
  •     Charles Barkley de Philadelphia 76ers
  •     Larry Bird de Boston Celtics
  •     Clyde Drexler de Portland Trail Blazers
  •     Patrick Ewing de New York Knicks
  •     Magic Johnson de Los Angeles Lakers
  •     Michael Jordan de Chicago Bulls
  •     Scottie Pippen de Chicago Bulls
  •     Christian Laettner de la Universidad de Duke
  •     Karl Malone de Utah Jazz
  •     John Stockton de Utah Jazz
  •     Chris Mullin de Golden State Warriors
  •     David Robinson de San Antonio Spurs
Entrenador: Chuck Daly de New Jersey Nets

Los norteamericanos se alzaron con un oro que tenía su nombre grabado en el metal. La lucha encarnizada por la plata cayó del lado de la joven nación croata, debutante, que contaba con su particular selección de ensueño liderada por Petrovic, Perasović, Cvjeticanin, Kukoc, Tabak, Vrankovic, Komazec, Radja o Naglic. El bronce fue a parar a otro gran plantel, Lituania, en el que brillaban Chomicius, Kurtinaitis, Sabonis, Karnisovas o Marčiulionis.

La nueva configuración política había resquebrajado a la U.R.S.S. y Yugoslavia en multitud de repúblicas. Croacia y Lituania aprovechaban la oportunidad en esta cita donde Serbia y Montenegro no tenían permiso para participar por la sanción impuesta por la ONU. Mientras que doce de las quince ex repúblicas soviéticas, a excepción de las tres bálticas, lo hicieron bajo bandera olímpica y con la denominación de 'equipo unificado' en un último brindis al pasado soviético.

La revolución del Limoges y el luto croata
Si el baloncesto a nivel de selecciones no daba lugar a sorpresas, el de clubes se llevaba la palma en 1993. Limoges no era un desconocido en el basket europeo -7 ligas francesas. dos Copa Korac y la Recopa- avalaban a un equipo con tradición al que faltaba la guinda definitiva, un postre final servido por el gran estratega Božidar Maljković quien repetía después de la experiencia exitosa en Split.

El conjunto amarillo basaba su juego en posesiones largas -agotando los 30 segundos reglamentarios, que pasaron a 24 a partir del curso 200-01-. Aquel basket control daba sus frutos bajo la dirección de Michael Young y la ejecución de Bilba o Dacoury en partidos que rara vez sobrepasaban los 65 puntos por equipo. No en vano, el club francés se imponía en la Final Four de Atenas al Real Madrid de Sabonis -semifinales- y a la Benetton Treviso de Kukoc -en la final-, dejando a sendos equipos en 52 y 55 puntos respectivamente. 

Limoges, 1993, campeón de Europa

En junio de 1993, el baloncesto mundial se ponía el traje de luto con el fallecimiento de Drazen Petrovic en accidente de tráfico. El 'genio de Sibenik, con 28 años de edad, estaba recuperando su confianza y juego en la NBA con la camiseta de los Nets tras haber pasado por el ostracismo en Portland. Se iba uno de los grandes genios europeos de la canasta; un jugador irrepetible y único.

La selección croata, debilitada por la muerte de Petrovic, quedaba tercera en el Eurobasket ganado por Alemania, deshaciéndose en la final de Múnich de Rusia. El triunfo germano se añadía al del Limoges en un año sorprendente en cuanto a victorias.

Doblete español con dos clásicos de la ACB
Joventut de Badalona y Real Madrid pasaban a ser los nuevos dominadores del continente con Olympiacos como rival en ambas ocasiones y Obradovic en sendos banquillos. Los dos equipos que más tiempo han permanecido en la élite de la Liga española de baloncesto recibían su recompensa en la máxima categoría europea.

Se trataba del primer entorchado de los verdinegros, habituales en Europa y en la Final Four pero sin el 'punch' final para ser candidatos a levantar el trofeo. En 1994, la 'Penya' había contratado a uno de sus recientes verdugos, Obradovic, responsable del triunfo de Partizán dos años antes. Junto al entrenador serbio se encontraban los hermanos Jofresa, Villacampa, Morales, Ferrán Martínez, Mike Smith y Thompson. Cuatro jugadores de la casa, talentosos, sumados a grandes fichajes lograban sobreponerse a los favoritos del torneo: Barcelona y Olympiacos.

El conjunto del Pireo repetía, al año siguiente, con otro equipo español en la final de 1995. El deja-vu para los griegos crecía al tener a Panathinaikos como contrincante en la semifinal y a Obradovic de nuevo como entrenador rival en la final, en esta ocasión dirigiendo al Real Madrid de Arlauckas y Sabonis.

Los blancos inscribían por octava vez su nombre en el continente. Como curiosidad, la Final Four de Zaragoza sirvió para que una de las peñas madridistas, Orgullo Vikingo, estrechara su amistad con la sección 'Gate 13' de Panathinaikos, cuyos hinchas animaron a los españoles con el objetivo de evitar un triunfo de su rival, Olympiacos.

Panathinaikos

Estados Unidos y Yugoslavia, un mano a mano constante
A pesar del éxito a nivel de clubes, España no refrendaba su privilegiada posición con el combinado nacional dentro de una época en la que los EE.UU. dominaban con autoridad a sus rivales en sus distintas versiones del 'Dream Team' con nuevas oleadas formadas por Charles Barkley
Anfernee Hardaway, Karl Malone, Reggie Miller, Hakeem Olajuwon, Shaquille O'Neal, Gary Payton, Scottie Pippen, David Robinson o John Stockton.

El Mundobasket de 1994 y los JJ.OO. de Atlanta de 1996 concluyeron con las barras y estrellas ondeando por encima de las clásicas potencias como Croacia, Rusia y Yugoslavia, manteniendo su nombre y legado a través de las repúblicas serbias y montenegrinas. Un palmarés que crecía con el oro en el europeo de 1995. Las heridas de la guerra de los Balcanes no se habían cerrado y se demostraba con los croatas, bronce en esta edición, abandonando la ceremonia de entrega de medallas justo en el momento en el que sus antiguos compatriotas se subían al cajón más alto de aquel Eurobasket de 1995.

Dos años más tarde, repetían experiencia en el torneo disputado en España en 1997, sin Divac pero con un experimentado sexteto de ases  Dejan Bodiroga, Predrag Danilović, Zoran Savić, Aleksandar Djordjevic, Zeljko Rebraca y Dejan Tomašević.

La inversión y el talento se dan la mano en Grecia
El poder económico en la década de los 90 residía en la península helena. La liga griega aglutinaba los mejores traspasos de la época y las más sonadas incorporaciones. De hecho, toda una estrella de la NBA como Dominique Wilkins se buscaba un incentivo económico antes de sus jubilación para llevar a Panathinaikos al Olimpo frente al Barcelona en un duelo polémico que pudo decidirse bajo otro signo si los colegiados hubieran dado como buena una canasta legal de Montero en el último segundo.

Por encima del glamour del norteamericano se encontraban sobresalientes referencias del deporte de la canasta como Panagiotis Giannakis, Alvertis o Vrankovic. Todos ellos baja la batuta de Božidar Maljkovic. Un seguro para el éxito con su cuarta copa de Europa como técnico -dos con la Jugoplastika Split, una con Limoges y Panathinaikos-.

Los culés firmaban su quinta final perdida en el siguiente curso, 1997, con otro trágico desenlace ante una escuadra griega. Olympiacos era el encargado de echar otro nuevo proyecto azulgrana capitaneado por Djordjevic, Karnisovas y Andrés Jiménez, y a cargo de Aíto García Reneses. Los griegos grababan su nombre en el palmarés del torneo con otra plantilla base de hombres de la casa y de talonario: Fassoulas, Papanikolau y Sigalas, entremezclados con Nakic, Tarlac, Rivers y Welp.

El técnico rojiblanco Dušan Ivković reivindicaba el saber hacer de los balcánicos con la pizarra, siendo el cuarto entrenador de la antigua Yugoslavia -junto a Pavlicevic, Maljkovic y Obradovic- en ganar el máximo trofeo continental en los 90. Una de las características de este decenio.
Olympiacos, escudo

La coronación de Italia
Varese, Cantú y Roma eran las ciudades que habían dado a Italia la posibilidad de coronarse en el viejo continente a nivel de clubes. Un listado incompleto en el que faltaba la ciudad más apasionada por el baloncesto, una ciudad que vive el deporte de la canasta con especial devoción a través de dos colores y dos escudos: Virtus y Fortitudo.

La Virtus levantaba en 1998 el trofeo de campeón de campeones al imponerse al AEK dentro de una final rácana que concluyó con un atípico marcador, 58-44. Los boloñeses, dirigidos por Ettore Messina, se componían de dos duplas: la italiana formada por Abbio y Binelli más la serbia de Danilovic y Savic, junto a Rigaudeau (Francia), Nesterovič (Eslovenia) y Sconochini (Argentina). Una plantilla que acudía a otra Final Four en el curso siguiente tras derrocar a su eterno enemigo, el Fortitudo Bolonia, en unas fraternales semifinales.


La final de 1999 iba a parar al Zalgiris de los Zukauskas, Stombergas y Bowie. El legendario cuadro lituano -donde habían jugado Kurtinaitis, Homicius y Sabonis- se sobreponía al poderío transalpino que confirmaba su edad de oro con el Eurobasket celebrado en aquel verano ante España.

Era la 'azzurra' de Gregor Fučka, Carlton Myers, Andrea Meneghin, Roberto Chiacig, Denis Marconato, Alessandro Abbio, Alessandro De Pol, Gianluca Basile, Giacomo Galanda, Davide Bonora, Marcelo Damiao y Michele Mian. Todos ellos, verdugos de una España que asomaba de nuevo la cabeza a través del aro y que esperaba su dorado relevo para echar una mano a la generación que lideraban Carlos Jiménez y Alberto Herreros, dos pupilos surgidos de la prolífica cantera de Estudiantes.

Italia y España se desquitaban del papel ejercido en el campeonato del mundo de 1998, donde habían sido cuartofinalistas y en el que Yugoslavia se había impuesto a Rusia en la final, demostrando que si los Estados Unidos acudían con universitarios a un torneo intercontinental eran una selección más.

Obradovic cierra el milenio
La productiva relación de títulos continentales entre Zeljko Obradovic y Panathinaikos comenzaba en el curso 1999-2000. Año en el que los verdes sumaban su segunda Copa de Europa y la primera, de las cinco posteriormente cosechadas, con el técnico serbio en los banquillos, el cual posee el récord absoluto de la competición con ocho entorchados desde la dirección técnica, con cuatro clubes diferentes -Partizan Belgrado, Joventut, Real Madrid y Panathinaikos-.


La fuerza del pabellón OAKA y la brillantez del cóctel mezclado por Obradovic a partir de dos griegos Alvertis, Fotsis y un ramillete internacional con Gentile, Johnny Rogers, Rebraca, Bodiroga y el israelí Kattash quien se vengaba de sus compatriotas Sharp, Jamchi, Sheffer en la cita de Salónica con el Maccabi Tel Aviv. Un partido que cerraba el milenio y abría un periodo extraño para el baloncesto europeo de clubes con una campaña convulsa en el plano extradeportivo que pudo costar caro al deporte de la canasta.

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