jueves, 22 de agosto de 2019

Baño de masas en Madrid para rendir culto a Astbury y Duffy

The Cult es una banda británica ochentera de hard rock que ha sabido influenciarse de diversas fuentes a lo largo de su existencia, tanto de la música folk de la Norteamérica indígena a grandes mitos setenteros como The Doors o Led Zeppelin. Para ello contaba con dos pilares claves que se han mantenido inmutables en la formación: la extraordinaria voz de Ian Astbury -de hecho pudo ser el Jim Morrison que buscaba Oliver Stone para su película- y la clase de Billy Duffy a las seis cuerdas. Junto a ellos han desfilado multitud de artistas ocupando otros roles en la banda, como Matt Sorum o John Tempesta, quien lleva desde 2006 dirigiendo la percusión de este gran grupo que siempre ha podido ser más de lo que es y ha sido.


Porque The Cult ha tenido ingredientes para haber triunfado más de lo que lo hizo. Empezando por su evolución musical constante, con aderezos de música gótica en sus inicios, para posteriormente verse influenciado tanto por la estética como sonido de los indígenas norteamericanos, dándole un sello personal a ese rock potente que ya era suficiente argumento para tener éxito, como demuestran sus grandes discos, siendo el póker formado por 'Dreamtime', 'Love', 'Electric', 'Sonic Temple' y 'Ceremony' indispensables para cualquier melómano enamorado de los sonidos algo más duros. Para terminar, el magnetismo que irradiaban desde los escenarios la dupla Astbury y Duffy era rotundo. Tan rotundo como el mal ambiente que han vivido en muchas ocasiones entre varios exmiembros de la formación.

Nunca subieron al escalón más alto del rock, al de las bandas que llenaban estadios por sí solas, como sí podían presumir Queen, U2, Kiss, Guns N’ Roses, Metallica, Rolling Stones, AC/DC o Bon Jovi. Es cierto que los 80 y 90 es el nacimiento y consagración de tantas formaciones que era casi imposible sacar la cabeza para sobresalir. Si bien fue una gran época para ser escuchado, por el peso que entonces tenía el rock y que tendría casi su colofón hasta el grunge, para después dejar el rock la popularidad justo antes del relevo del milenio.

The Cult es consciente que el terreno que no se labró no se va a recuperar en estos años, pero sí saben que la nostalgia pude seguir enganchando emocionalmente a los antiguos seguidores. En 2009 interpretaron en una gira el ‘Love’ al completo, el disco que significó el mejor resultado comercial con 2,5 millones de unidades vendidas. Un álbum oscuro y brillante, oscuro por su sonido con ramalazos góticos y también brillante por la genialidad compositiva de muchos momentos.


The Cult, Love, Sonic Temple,

Ahora, y coincidiendo con el trigésimo aniversario, repiten la fórmula de hacer una gira basándose con otra de sus aclamadas obras. ‘Sonic Temple’ es, en parte, la cara opuesta al 'Love', con una alegría manifiesta en las guitarras, en los violines o los coros y hasta en la portada, dejando atrás el elegante negro, rojo y plata de la cubierta de ‘Love’ para mostrar una icónica imagen de Duffy tocando la guitarra en una posición que parece el Hombre de Vitruvio del rock. Todo ello sobre varios colores mezclados psicodélicamente. Mostrando así la evolución de The Cult en todas las vertientes, en el continente y en el contenido.

 

The Cult en la Sala La Riviera de Madrid, 21 de agosto de 2019

Ian Astbury saltaba al coqueto recinto de la sala de La Riviera, repleta para la ocasión, con esa pose casi hierática que siempre ha estilado, oculto tras unas gafas de sol y sorprendentemente abrigado. Duffy era la antítesis, buscando con la mirada al público y repitiendo la pose de la portada al comienzo de cada riff. El bajista y la batería, pese a ser de renombre, John Tempesta, permanecían en un discreto segundo plano.



El disco 'Sonic Temple' fue desgranándose en orden distinto a cuando fue publicado en 1989. No era el único cambio respecto a la obra original. Dado que el tempo musical y el tono de voz eran algo distintos, evidenciando que no había partes grabadas ni apoyos a la voz de Astbury, la cual sufrió altibajos durante el concierto. No mucho, pero humanizando su actuación.

Especialmente fue celebrada por la audiencia madrileña la interpretación del Edie (Ciao Baby) y el Fire Woman para pasar a dar un repaso rápido por otras épocas del grupo, como el Rise y el American Gothic, inesperados en este repertorio y una terna más clásica que arrancaba con Spiritwalker y acababa con un himno como She Sells Sanctuary.




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Después del parón y de los agradecimientos de un Astbury que ya había dejado atrás su máscara de aparente frialdad para congratularse con el público, llegaba el bloque final con Wild Flower, Rain -que hubiera venido muy bien sobre la caldera en ebullición que era en esos momentos la Riviera- y como broche final sonaba Love Removal Machine, el cual dejaba a todos con ganas de más, con la sensación de que dos temas extras hubieran llevado al cielo a esta gran e infravalorada banda que, aún así, ha tenido su reconocimiento. Al menos por otra noche más se mantendrá su culto.

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